Al gran pueblo argentino, ¡pianos! Así tituló uno de sus discos Enrique "Mono" Villegas. Argentina, un país de pianistas. Villegas fue uno de los que estuvo entre el público ese domingo de junio, en el primer concierto que Bill Evans (1929-1980) ofreció en nuestro país. También estuvieron Cuchi Leguizamón -el Thelonious Monk criollo- el contrabajista Alfredo Remus, Domingo Cura y el gran Hugo Díaz, quien grabó en cassette parte del recital que el trío de Evans dio en el Gran Rex. 

Morning Glory

Como lo anecdótico funciona como lo residual de la historia, se dice que Díaz llevó la grabadora porque temía quedarse dormido; emergía de una larga noche de bohemia y la próxima parada -sin escalas- era la Avenida Corrientes de Buenos Aires, ¡a las 10 de la mañana! 

Lentes de carey y aspecto de universitario norteamericano. Evans estaba un poco fuera de lugar en el ambiente del jazz, copado por afroamericanos y vientos. Miles Davis dijo que el disco Kind of Blue giró alrededor del pianista. En la foto, John Coltrane, Cannonball Adderly, Miles-Davis y Bill Evans en las sesiones de Kind of blue.
Lentes de carey y aspecto de universitario norteamericano. Evans estaba un poco fuera de lugar en el ambiente del jazz, copado por afroamericanos y vientos. Miles Davis dijo que el disco Kind of Blue giró alrededor del pianista. En la foto, John Coltrane, Cannonball Adderly, Miles-Davis y Bill Evans en las sesiones de Kind of blue.

Un domingo de invierno, 10 AM. Tan lejos de las costumbres de la comunidad de músicos, y tan difusamente difundido el evento, que muchos llegaron al teatro puntuales a las 10… pero de la noche. Más de uno se perdió el show que, por otra parte, no estuvo colmado (ni mucho menos).

El trío arribó a la Argentina tres días después de la vuelta de Perón, el paraguas de Rucci y los enfrentamientos irracionales entre facciones internas del peronismo. Daba la impresión que en el país estaba todo a punto de reconfigurarse; el ambiente cultural y social bullía. Un contexto muy distinto a la segunda visita de Evans, en 1979 y acompañado en esa oportunidad por Marc Johnson en contrabajo y Joe LaBarbera en batería, en plena noche de la dictadura cívica-militar. 

En esta primera visita -junio de 1973- el ingeniero de sonido Carlos Melero, un profesional muy demandado que ha registrado gran parte de las visitas estelares del jazz y el mundo de la música, grabó la presentación del trío con un Revox de cinta abierta: se supone un dispositivo para nada ideal. Sin embargo, Melero era reconocido y valorado como un gran ingeniero, alguien que sabía dónde colocar cada micrófono y hacia dónde apuntarlo.

Funkallero

Melero grabó durante décadas a Astor Piazzolla, Invisible, Horacio Salgán y figuras del jazz como Duke Ellington, Sarah Vaughan, Carmen McRae, Keith Jarrett y Herbie Hancock. Un currículum que cotiza en dólares.

Las cintas originales de Bill Evans en el Gran Rex fueron resguardadas por Melero, y un año después de la muerte del sonidista, y con el aval de los herederos de Evans, el sello Resonance Records decidió publicar en CD y vinilo Bill Evans - Morning Glory acompañado de un corpus crítico y testimonios de quienes vivieron ese primer concierto en Argentina. Circulan en la web otras grabaciones, pero ninguna con la calidad Melero, quien falleció en 2021 a los 87 años.

Evans quedó fascinado con Walter Ríos, el bandoneonista al que escuchó en un show de tango. Piazzolla no podía creer que Evans lo saludara a Ríos y no a él. En esta foto Carlos Melero a la izquierda, Piazzolla al centro.
Evans quedó fascinado con Walter Ríos, el bandoneonista al que escuchó en un show de tango. Piazzolla no podía creer que Evans lo saludara a Ríos y no a él. En esta foto Carlos Melero a la izquierda, Piazzolla al centro.

Evans, the white boy que revolucionó la forma de conectar el jazz

Apenas un año antes de su tormentosa y dilatada muerte (tenía 51 años) a la que un crítico calificó como el “suicidio más largo de la historia” producto del abuso de heroína primero, cocaína después, Bill Evans realizó una segunda visita a la Argentina en 1979.

En esa oportunidad se presentó en el Ópera y el San Martín de Buenos Aires, en San Nicolás y en Rosario. Era un Evans totalmente distinto al que había llegado en 1973. Argentina también era un lugar completamente diferente. 

Evans apostó siempre a un repertorio de canciones populares norteamericanas y standards. Las sutilezas de su fraseo rítmico y su interpretación siempre en diálogo con el contrabajo tomaron un estilo alejado de falsos sentimentalismos. Una música potente la de Bill Evans.
Evans apostó siempre a un repertorio de canciones populares norteamericanas y standards. Las sutilezas de su fraseo rítmico y su interpretación siempre en diálogo con el contrabajo tomaron un estilo alejado de falsos sentimentalismos. Una música potente la de Bill Evans.

Su aire atildado, como de estudiante de college, anteojos de carey y peinado a la gomina, solapaba en alguna medida el drama interno que vivió durante décadas. La adicción a la heroína le provocó importantes problemas físicos (en algunos registros en YouTube se lo puede ver conservando muy pocos dientes) y una crónica dificultad económica lo impulsó a vivir de prestado, pidiendo plata a amigos y gente del ambiente hasta convertirse en alguien a quien eludir.

Melero describió a Clarín los dos Evans que conoció: "Entre 1973 y 1979 había cambiado muchísimo; yo lo conocía de 1973, cuando hice sonido en el Gran Rex. Seis años después estaba irreconocible. Tenía las manos hinchadas como un boxeador porque se inyectaba entre los dedos”

Aquí, el trío que se presentó en el Gran Rex, tocando en una visita a Finlandia. La atmósfera, el frío, el blanco y negro y el gris calzan a la perfección con el sonido de la formación.

Evans desarrolló e impuso una nueva idea de trío de piano (acompañado de un contrabajo tan importante como las teclas, y por batería). Se convirtió en la formación más habitual del jazz moderno y es el gran legado que dejó el chico blanco en esta música de raíces pretas. Propuso un mayor diálogo entre los instrumentos a punto tal que se terminó convirtiendo en una conversación ajustada y armónica, en la que no hay un líder sino una unidad precisa de tres.

“Mi clave para improvisar es que mis manos no vayan más deprisa que mi mente”, decía Evans. Influencia de todo pianista actual, los tríos de Evans revolucionaron la manera de tocar jazz y pusieron en relieve la conversación entre piano y contrabajo, apoyados en el pulso de la batería y los platos.
“Mi clave para improvisar es que mis manos no vayan más deprisa que mi mente”, decía Evans. Influencia de todo pianista actual, los tríos de Evans revolucionaron la manera de tocar jazz y pusieron en relieve la conversación entre piano y contrabajo, apoyados en el pulso de la batería y los platos.

Aquí, el Volumen 1 del concierto en el Gran Rex (1973)

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