De un mes que quiere decir séptimo (según su raíz latina) pero es el noveno en el calendario, ¿qué se puede esperar?

 Y, se puede esperar todo lo que pasó. Y más, quizás. Lo que pasará.

Porque si es verdad que cada mes tiene su sino, setiembre tiene su sí y su no.

Según el mataburros al que increíblemente he sobrevivido, efemérides es el

libro o comentario en que se refieren los hechos de cada día, y también son los

sucesos notables ocurridos en diferentes épocas, pero un número exacto de años

antes de un día determinado.

Y, aún en setiembre, no todos primavera.

Cuando aquí en el sur era primavera, allá en el norte un setiembre negro: en Munich fueron secuestrados y asesinados once atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de 1972.

Cuando aquí en el sur era primavera, allá  en Praga se terminaba: la liberalización política en Checoslovaquia, su primavera, duró desde el 5 de enero de 1968 al 20 de agosto de ese mismo año, cuando el país fue invadido por la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia (excepto Rumania)  

Y cuando aquí en el sur, era setiembre y primavera, se quebraron los lápices una noche de hace 37 años, en 1976, cuando 10 estudiantes secundarios fueron secuestrados y 6 de ellos desaparecidos en La Plata por los monos.

Y cuando aquí era setiembre y primavera, un día de hace 58 años, en 1955, otros monos nos liberaban, liberales y revolucionarios, del gobierno del pueblo inaugurando su serie de dictaduras.

Y de las estaciones a los días.

Supongamos que el día determinado es el 11 de setiembre.

Pero ¿cuál 11 de setiembre?

Podría ser  el  llamado 9.11del 2001, aunque haya quienes dicen, Feinman el bueno, por ejemplo, que las Torres Gemelas cayeron por primera vez en Vietnam, porque a pesar de haber ocurrido tan lejos de los EEUU, el impacto fue similar: resultó una derrota tan ilevantable como la que el terrorismo aplicó en su propio territorio, antecedido por el cacareado Pearl Harbour y por el silenciado ataque a Columbus por el legendario Pancho Villa que enseguidita nomás se volvió a su México lindo y querido.

Podría ser el 11de setiembre del 73, el del golpe del chacal de Pinochet en el 73 que acabó con el gobierno socialista de Salvador Allende.

Y podría ser el 11 de setiembre de 1888, cuando Sarmiento muere en Asunción del Paraguay.

Y las tres cosas, las gemelas, el golpe de Pinochet y el maestro, en el mismo día.

En 1888 en Asunción del Paraguay, en 1973 en Chile, y en 2001 en los de las barras y estrellas. En dos siglos y 13 años ¿habrá algo que una esas efemérides?

Tal vez haya una cosa, que hasta llega a nuestros días.

La puta madre patria, el gran país del norte, continúa diseminando por el mundo el terrorismo que no pudo evitar en propio suelo.

Y por casa, no hace casi nada de tiempo, en 2007, caía asesinado en Neuquén  el maestro Fuentealba, quizás porque a sus alumnos “les hablaba de lo innombrable y de otras cosas peores, les leía  libros de versos y y no les ponía orejones y al explicar cualquier guerra siempre se mostró remiso por explicar claramente quien venció y fue vencido. Y entonces, las buenas gentes ya tuvieron tranquilo el sueño porque habían librado a sus hijos del peligro de un maestro Y con el alma en una nube y el cuerpo como un lamento  se marcha el padre del pueblo:  se marcha el maestro.”, según un casi responso del vasco Paxti Andión.

Pinochet tan augusto, Obama tan Osama y ningún maestro inmortal.

Por estos pagos, por estos días, por esta primavera, los lápices de los pibes siguen escribiendo,,,,su propia historia.

Por estos pagos, por estos días, por esta primavera, El  Chicho sigue hablando: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”…nuestra propia historia.

Lo que desabarataría la fría definición de primavera que alude, exclusivamente,  al período de rápido desarrollo en el ciclo de la vida previo a la madurez o plenitud y, por extensión, a cada año de edad de un joven.

Porque, recordando sin ira contradiciendo a John Osborne, no teniendo todo el pasado por delante ironizando con  Borges, y con la madurez de quienes ha estado al borde del abismo, advirtiendo con Horacio González, florecen otras primaveras.

Las del Tío Campora y la de Alfonsín… pero también su deshojamiento…

Pero ya que septiembre tiene su sino y su sí y su no, habrá  que desmentir que todo verdor perecerá, impedir que la historia vuelva a repetirse (porque no es una muñequita, ni es buena, ni es tanguera), y negar que todavía estemos verdes.

Y rubricar estos garabatos, con ese alumbramiento  de Antonio Machado a la gracia de la rama (re) verdecida:

“Mi corazón espera 
también, hacia la luz y hacia la vida, 
otro milagro de la primavera.”