No hay caso. El fútbol argentino sigue penando, sin rumbo. La desorientación es mayúscula y afecta a todos por igual. Desde lo organizativo, la infección es generalizada. Encima hay que lidiar con una carga de frustración, que tuvo su punto cúlmine en Rusia. No alcanza con la renovación de nombres. Scaloni solo sostuvo a 5 sobrevivientes del desastre del Mundial.

Al igual que en su economía, la Argentina tiene una Estructura Productiva Desequilibrada, (EPD). Rica en delanteros, ofrece goleadores de jerarquía al mercado mundial. Pero hace rato que no tiene volantes de primer nível. Del tridente Banega,  Mascherano, Enzo Pérez, el técnico imaginó la renovación con Guido Rodríguez como vértice, con dos jugadores de buen pie: Paredes como interno por la izquierda y un zurdo como Lo Celso por la derecha.

El fracaso fue tan evidente, que contagió a toda la estructura. Era tal la distancia existente entre los exponentes del buen pie, que uno dudaba si estaban en el mismo campo de juego. Fue una utopía, alguna conexión entre Lo Celso, Paredes, con Messi, Agüero o Di María.

Colombia manejó a voluntad las acciones del primer tiempo. Solo Cuadrado sacudió el sopor reinante en un partido más hablado que jugado. La mejor noticia para  Messi y compañía, fue el final de la etapa, el resultado, y una certeza premonitoria: peor no se podía jugar al fútbol.

Rodrigo De Paul remplazó a un intrascendente Di María, pero el principal cambio fue la actitud del equipo argentino. Se paró unos metros más adelante, se amigó con la pelota y encontró los resquicios para conectar con Lionel.

Cuando mejor estaba jugando Argentina, llegó un golpe letal; Un monumental cambio de frente de James Rodríguez, encontró solo a Jackson  Martínez, que eludió sin esfuerzo a Saravia y sacó un remate cruzado imposible para Armani.

El técnico Scaloni contribuyó a la causa, y sacó al Kun Agüero para que ingrese  Matías Suárez. Increíblemente renució a jugar don dos delanteros, cuando la desventaja aconsejaba ese riesgo.

No hay piedad para la Selección. No hay consuelo para  Messi. El segundo gol de Zapata agudizó el desencuentro entre los dirigidos por Scaloni y su futuro. Hay heridas que tardan en cicatrizar. La Argentina continúa en su laberinto.

Mariano Marchini