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En un partido de película, la Albiceleste venció 3-2 a la Verde-amarela en tiempo suplementario y alzó por segunda vez con el título del mundo. Faltando 12 segundos, el dueño de casa caía 2-1 y erró un penal.

El inicio del trámite del juego fue similar a todos los anteriores, como una de esos clásicos filmes que repiten una y otra vez en la tele, pero que uno nunca puede dejar de ver.  El dueño de casa salió a tomar el protagonismo, ahogando con la presión a su rival y antes de que se disputarán los dos primeros minutos de juego,  apareció  Sandro Antiveros y como todo profeta en su tierra, le dio la tranquilidad que su pueblo necesitaba, a través de su zurda.

Cuando el  local parecía tener todo controlado,  Brasil aprovechó una contra, Diego César estampó la igualdad y se generó uno de los pocos momentos de silencio en la noche misionera.  A partir de ahí, ambos equipos se mostraron más conservadores, atacaron poco, aunque Argentina tuvo un par de oportunidades como para irse en ventaja.

El visitante tomó la iniciativa en el complemento y se plantó mejor los primeros  minutos. Pero con la paciencia necesaria que caracteriza a un equipo que quiere ser ganador, la Albiceleste soportó esos minutos y luego nuevamente dominó el trámite del juego.  Empujado por su rival, la Verde-amarela comenzó a defender cada vez más cerca de su arco.

Cuando más buscaba la Albiceleste, Fernando Hamann se vistió de verdugo y colocó el 2-1 a favor de Brasil, faltando dos minutos.

Quedaban 12 segundos para que la alegría sea sólo brasileña,  cuando el árbitro vio una mano inexistente de un jugador brasilero en su área y cobró penal para Argentina. Koltes se hizo cargo de la responsabilidad, pero el arquero tapó su remate, la pelota se fue al lateral y el sueño terminaba por convertirse en la más cruel de las pesadillas.

Brasil acariciaba un nuevo título. Un periodista de ese país ya estaba titulando  “Campeone”, pero antes de colocar la última letra, tuvo que volver a borrar la palabra. Es que 3 segundos después del penal errado y luego del lateral que derivó de esa acción, la pelota le cayó al capitán  Marcelo Mescolatti, quien estaba en el lugar y en el momento justo para poner la igualdad y hacer que todo el Polideportivo estalle en un rugido similar al de los yaguaretés, que abundan en esa zona.

Con el 2-2 final, llegó la hora del suplementario. En el primer tiempo, Gonzalo Pires, el que tuvo lesión en la previa del certamen y cuya presencia estuvo en duda hasta último momento, estampó el 3-2 final y tiñó la copa, por segunda vez en la historia, con los colores del cielo y de la esperanza.

Los dirigidos por Ariel Avveduto, a lo largo del certamen, rompieron todo tipo de estadísticas. En cinco partidos marcaron 44 goles, solo le convirtieron 6 y pudo revertir el historial negativo que tenía en Copas del Mundo contra Paraguay y Brasil (nunca le había podido ganar a estos seleccionados)

Las luces se apagan y el telón se baja en la tierra colorada. De fondo se siguen escuchando ecos de lo que fueron gritos y cantitos y que dejaron más de una garganta sin voz.