En el eterno juego de equilibrios por el que camina Alberto Fernández -equilibrio en la coalición que lidera, equilibro en un país inequitativo, equilibrio en un mundo alterado-, durante su discurso de apertura de sesiones debió compensar la condena a la invasión con la reivindicación de los lazos comerciales. Entonces pidió paz. Y multilateralismo.

Quién canta primero. Quién arrebata. Como en una partida de truco. Como en una pelea callejera. Cuando la transmisión oficial ya había iniciado y el presidente estaba pronto a comenzar a leer cada una de las 44 páginas de word escritas por él mismo -no eran filminas-, alguien pretendió interrumpir el orden oficial establecido. No se entendió bien qué pasaba. No se supo quién, desde su banca, confrontaba con Fernández. Se supo que el presidente no le dio lugar y acto seguido, habló de "invasión militar de la Federación Rusa" y pidió minuto de silencio por las víctimas del conflicto bélico. Fue el primero en cantar envido, en meter la trompada inicial: con este movimiento desactivó varias bombas: las que se venían encendiendo en los días previos, al son de los dirigentes opositores diciendo que el gobierno apoyaba a Rusia -cuando el primer comunicado fue muy claro al condenar la guerra- y las propias molotov montadas en la Asamblea, banderitas de Ucrania incluidas. Después se supo que quien pretendió pedir, anticipadamente, el minuto de silencio, era el cordobés Mario Negri. De haber cedido, Fernández iniciaba perdiendo con 0/1 casi irremontable en materia de geopolítica. 

Pero la condena -obligada y necesaria-, no podía ocultar los evidentes -y también obligados y necesarios-, vínculos comerciales con las potencias que ponen en riesgo el liderazgo mundial de Estados Unidos y la paz ficticia montada por la OTAN. ¿Cómo condenar la guerra pero no perder a los nuevos socios? La palabra que el presidente usó fue la del multilateralismo: un mundo donde quepan varios -liderazgos- mundos. Esos otros polos, concentrados en China y Rusia, son, hoy, para los liderazgos que se pretenden reformistas, las alternativas comerciales -pero no solo comerciales-, a las imposiciones históricas que bajaban como mandatos desde el Norte. Después de la breve referencia a la pandemia -asunto que el gobierno ya no quiere volver a mencionar- y antes de la acérrima crítica a la gestión anterior por el préstamo tomado -con show del PRO y responsabilidad de la UCR-, Fernández anticipó que iba a dar una buena noticia: no era la ampliación del previaje, tampoco la equiparación de las licencias por maternidad y patenidad. Dijo buenas noticias y volvió a mencionar la palabra mágica: multilateralismo. No mencionó a la Federación Rusa: hubiera sido un grave error, un retroceso tras haber arrebatado en el envido. Pero sí destacó el fuerte lazo que hoy el país tejió con China, potencia fundamental en ese mundo multipolar, en donde Rusia aparece como actor fundamental. Paz, insisitió Fernández, pero multilateralismo también. Quizás como una garantía de la primera.