El día que se caigan a pedazos las paredes de la gran ciudad, los espejos de los colectivos tendrán una calcomanía con la sonrisa de Gardel y otra con el bigote de Charly García.

Pero para eso falta: García está vivito con sus 70 años. Ahora camina lento, sí, pero más no se podía pedir en la corte de los milagros. No aguantó el Diego, que era nuestro superhéroe de las mil batallas. Y Charly, sí.

A sus 22 describió su veje z. Aquello de una flor cuidando su pasado, y del rumor de voces que le gritan, y del millón de manos que lo aplauden, pero hoy, a los 70, no está solo. Hay un país de pie vivándolo. Un país que creció con sus canciones, que hoy las lleva en la piel, que sabe que de su cabeza, su corazón y sus manos nació la banda sonora de sus días.

La tarea no ha sido fácil, claro: qué difícil ser Maradona o Charly García en la Argentina. Lo sería en cualquier lugar del mundo, pero acá más. Qué difícil cargar, durante medio siglo, no solo con las alegrías y la euforia sino también con las expectativas frustradas, con la bronca y con la desesperanza de millones y millones. Pero Charly bien y mal, dios humano e imperfecto, Maradona del piano, muchas veces soberbio y también certero, lo hizo.

Siempre brillante. Una vez, minutos después de que le dieran el alta en la clínica de rehabilitación, fue a la televisión. Al programa de Susana Giménez.

Ella lo recibió amable y con sonora amabilidad, claro.

-Charly, ¡estás gordito !, le dijo.

-Vos también, contestó él, velocísimo, aunque todavía se lo veía medio mareado.

Anécdotas así se multiplicarán con el paso del tiempo.

El día que no queden más cenizas de lo que será, serán horas en que se hablará de la leyenda de sus casi dos metros y su permanente sonrisa, de su bigote bicolor y de sus manos, diestras a pesar de la artritis, sobre las teclas .

Hoy corresponde festejar la vida.

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Especial #70 Charlys by cba24n.com.ar