Esta vez no fue un avión negro. Esta vez Arturo Illia no impidió el retorno. Esta vez no fue en soledad. El avión que permitió el retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina el 17 de noviembre de 1972 era un avión blanco que dejaba estelas en el aire, que estaba colmado hasta la última butaca y que era, también, la síntesis de la Argentina por venir. Acaso como mal presagio.

En en ese avión, que no partió de España sino de Italia, viajaban junto al ex presidente 154 personas entre tripulantes y pasajeros. Un arca de Noe de la humanidad argenta. 154 personas que no eran sólo los acompañantes afectuosos del hombre que volvía a su tierra natal. Además de ser sus compañeros de viaje, también eran sus escudos.

Los miedos, siempre vigente al Sur de la América, en esos días crecían más de lo acostumbrado. Volvía el hombre más odiado y temido del lugar y pensar en un atentado contra la nave no era ninguna locura. Para hacer que el posible atentado tuviera un costo mayor, mejor poner de escudo al país concentrado en poco más de 100 personas en donde hubiera un periodista, una modelo, una actriz, una cantante, un futbolista, un sindicalista de la derecha peronista y un resistente de la izquierda argentina. Todos juntos en ese avión como síntesis de la Argentina. O bien: como síntesis del peronismo.

El cordobés Sergio Villaruel, ya exiliado de Córdoba, viajaba en calidad de hombre de prensa. José Sanfilipo, en cambio, estaba invitado como goleador. Después vendrían sus años de cómico televisivo. Marilina Ross era la actriz/cantante número uno: la Lali Esposito de entonces. Y encima abrazaba causas populares. Venga para el avión Marilina. Chunchuna Villafañe de a poco dejaba las pasarelas donde brillaba para mutar en mujer de tele. La belleza estética no siempre acompaña a los sentimientos populares y una vez que coincidían, ¿Cómo no subirla al avión a Chunchna?

Pero no todo era deportes, tele y farándula. También estaba sentado en su butaca el gran abogado de la izquierda peronista Rodolfo Ortega Peña. Durante esas horas de viaje durmió, bebió y cenó a la par de su futuro asesino, Josesito, que se encargaba de mantener tapado con una manta abrigada al general. El general, cuidado por su mayodromo, su esposa y su médico, el doctor Jorge Taiana, padre del actual ministro de Defensa.

Hacer la selección de pasajeros no fue fácil. Por cada butaca disponible había tres candidatos. Hubo que depurar. Hombre de suerte, el riojano tuvo su lugar. Carlos Saul se aseguró el pasaje y como siempre, volvió a estar en el lugar indicado. Hombre de suerte. Junto a este futuro presidente viajaban otros dos futuros. Cámpora y Lastiri. Más Perón, fueron 4 futuros mandatarios en la misma nave.

Nilda Garré, mujer fuerte del justicialismo, cantaba a la par del hombre sensible de la trova argentina, Pirero de Benedictis. Antonio Cafiero, el abuelo de Santiago, departía con Lorenzo Miguel, el hombre que entendía al peronismo como esa imagen tan porteña: el peronismo es comer fideos los domingos con la vieja. 

Leonardo Favio, incómodo en su butaca, filmaba su mejor película mientras el cura Mugica daba sermones más cerca de la tierra que del cielo y Hugo del Carril y Juanita Larrauri le ponían banda sonora a esa postal única de un país de otro planeta. El riocoartense Obregón Cano se probaba la banda de gobernador de Córdoba mientras su futuro par bonaesrense Oscar Bidegain se preguntaba cómo sobrevivir. Cómo vamos a sobrevivir en esto le preguntaba a Ricardo, el cordobés, mientras observaba cómo la izquierda y la derecha viajaban en el mismo avión, con Josécito y el genocida croata Milo Bogetich como estandartes de lo que vendría.

El avión, postal concentrada de una Argentina pronto a estallar, aterrizó sin problemas el 17 de noviembre de 1972. El general, hombre que siempre se anticipó a sus tiempos, fue incapaz, mientras volaba, de ver el riesgo que suponía ese arca de Noé de la humanidad argentina.