Visto como una carrera de atletismo, el mes de diciembre representa el último tramo antes de cruzar la línea de llegada, esos metros en los que –pese al cansancio por haber atravesado los once tramos previos– la cinta oficia como arenga para alcanzar finalmente la meta. 

Y se lo atraviesa mentalmente como si el 1° de enero empezara un nuevo capítulo, como si el cambio de dígito en el calendario fuese capaz de resetear el sistema para refrescar las ideas de cara a un nuevo desafío. En este hemisferio, el inicio del verano, el clima de las Fiestas de fin de año y las ansiadas vacaciones propician un ambiente que invita a barajar y dar de nuevo para enfrentar como nuevos -pandemia mediante- el año que comienza. 

Sin embargo, gozar de vacaciones pagas, poder interrumpir la actividad laboral para descansar sin que eso signifique resignar ingresos, en Argentina es un beneficio devenido en privilegio para millones de trabajadores del sector informal y, también, para los independientes del sistema registrado. 

Según datos publicados por Ministerio de Trabajo, Seguridad y Empleo, en enero de 2021 había en el país 11,9 millones de personas con trabajo registrado, de las cuales 2,4 millones son monotributistas y autónomos; es decir, que en sus regímenes laborales las vacaciones pagas no son una opción. No se trabaja, y no se cobra. 

En el informe ministerial “Situación y evolución del trabajo registrado” se explica que luego de tres meses de fuerte contracción en el trabajo registrado producto de la pandemia del coronavirus (marzo, abril y mayo de 2020), siguieron cuatro meses de variaciones positivas en la cantidad de trabajadores en esta situación (junio, julio, agosto y septiembre). 

Luego hubo dos meses en los que se mantuvo estable el número (octubre y noviembre), mientras que diciembre de 2020 volvió a registrarse una caída. Y en el primer mes de 2021, nuevamente estabilidad.

Permiso para descansar: cuando las vacaciones pagas pasan a ser un privilegio

Entre los 9,5 millones de asalariados registrados se incluyen a los empleados en el sector público (3,2 millones), en el sector privado (5,8 millones) y en casas particulares (472 mil). 

De ocio, aguinaldo y cajas navideñas

En las redes sociales, como en la vida, se reeditaron en las últimas semanas debates en torno a la falta de beneficios de quienes no trabajan en relación de dependencia. 

Las muestras públicas de gratitud por la recepción de cajas navideñas en algunas empresas, el ansiado cobro de aguinaldo o la proximidad de vacaciones (pagas) fueron motivos de “disputa” entre aquellos que gozan de esos derechos y quienes los anhelan, pero sólo los ven pasar. 

“La persona necesita un descanso, y éste ha sido consagrado desde el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 1936, la Ley de Contrato de Trabajo y lo receptamos también en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional que plasma derechos sociales como vacaciones pagas”, detalla la abogada Mirna Lozano Bosch, especializada en Relaciones Laborales y docente universitaria. 

Y explica que el descanso anual remunerado se fundamenta en la necesidad de salud física y psicológica del trabajador, que necesita tiempo para mitigar la fatiga de un año de trabajo continuo. “Además de razones socioambientales vinculadas con la familia, la recreación, la necesidad de libertad frente a la sujeción horaria”, enumera la letrada. 

Y entiende que ese concepto de libertad funciona, a su vez, como argumento para la precarización a través de las nuevas plataformas de contratación laboral. 

Modalidades de precarización

Lozano Bosch desarrolla que, por ejemplo, las aplicaciones de envío rápido de comidas y mercaderías que operan en el país desde hace unos años hacen uso de ese concepto de “libertad horaria” para eludir la relación de dependencia de los deliveries. 

“Estas firmas consideran que se trata de un contrato entre pares, en el que la persona acepta libremente las condiciones que se proponen, y elige los días y horarios en los que va a prestar su servicio. Son sistemas donde la dependencia está desdibujada, entonces hay que prestar atención a la predominancia de roles que hay en esa relación, porque no son pares”, apunta. 

“Así, el monotributo, que es una medida impositiva pero no de trabajo y empleo, se presta para desvirtuar todo el sistema. El Estado no debería permitir que los instrumentos legales como el monotributo sean utilizados para estas prestaciones de manera espuria, porque estos riders no pueden ser monotributistas”, argumenta. 

“El sentido de anomia que tenemos es porque los institutos están creados, pero no funcionan para lo que tienen que funcionar. Tenemos un monotributo, que es una figura necesaria, que termina incidiendo negativamente en las políticas de empleo y trabajo porque permite desviaciones de los institutos de protección laboral. Y tenemos un mercado que marca cómo son las condiciones, y un Estado que no logra dar respuestas”, precisa. 

Con este modelo, hay una base de derechos laborales fundamentales que no acaban existiendo en la práctica: “Frente a la hegemonía tan fuerte del mercado, por más que haya un dique legal de derechos fundamentales, se necesita que el Estado y los articuladores locales se comprometan con políticas de empleo y trabajo que atiendan, sobre todo, a los grupos más excluidos”, detalla. Y ubica en este grupo a los jóvenes, las mujeres y las personas de más de 45 años.

Lozano Bosch concluye que, desde el punto de vista del trabajador, la situación de las contrataciones presenta un “panorama pesimista”.

La mirada opuesta

En sentido contrario, hay voces del sector empresario que replican críticas por la importante carga impositiva que conlleva ser empleador en Argentina, y consideran que el sistema debería adaptarse a las nuevas modalidades de trabajo. 

Diego Brancatelli, periodista y militante del Frente de Todos, contó en octubre pasado lo dificultoso que se vuelve para un empleador asumir el pago de salarios y cargas sociales, y puso como ejemplo su situación como propietario de un supermercado. “Tenemos a todos en blanco y es un dolor de cabeza pagar los salarios más todas las cargas sociales. Es lo que realmente hace la diferencia de que nos vaya bien”, dijo en el programa Intratables

Y siguió: “Yo no quiero que sea más fácil despedir, pero tampoco que cuando vos despidas a alguien te tengas que fundir porque te hacen juicio con cosas que son inexistentes y siempre tienen la razón, es imposible de sostener. Ahora, sí tendría que ser más fácil poder contratar y que haya facilidades”. 

Luego de la aprobación de la Ley de Teletrabajo, Mario Pergolini, dueño de la radio Vorterix, había cuestionado duramente a la norma por equiparar esa modalidad con la presencial. “Contratás a alguien como teletrabajador, pero tenés que contratarlo en relación de dependencia. A una persona que podría haber tenido dos o tres trabajos cortos, sencillos, con nuevas metodologías, la llevamos a como teníamos las metodologías de trabajo en los 60, en los 70, que todavía no ha cambiado”, dijo tras la aprobación. 

Y por casa, ¿cómo andamos?

Esta nota fue publicada originalmente por Redacción Mayo