Desde las primeras horas de la gestión de Javier Milei, gran parte de la población logró determinar que los tiempos que venían eran delicados.

Con algunas de las promesas de campaña desechadas temprano, como aquello de que “al ajuste lo va a pagar la casta”, sectores bajos y medios de la sociedad argentina comenzaron a recalcular su situación.

El primer impacto fue el incremento en los costos, visible desde antes de la asunción del 10 de diciembre en empresas en torno a la especulación, pero impulsada en los alimentos por el desprecio oficial a programas como ‘Precios Justos’, que demandan la intervención del Estado para encuadrar valores de productos de primera necesidad.

Junto a la liberación de los valores de los combustibles, los salarios se depreciaron rápidamente.

El “cambio de época” hacia una visión más empresarial (la “competencia” que se aduce en estanflación hará bajar los precios), la persecución a trabajadores y protestas vía un Protocolo que lleva adelante el Ministerio de Seguridad y una tendencia a la pérdida de los empleados agrupados en paritarias, cumplen un combo insano.

La “estabilización” del dólar anunciada por el ministro de Economía, Luis Caputo, emparejó el valor “oficial” de la moneda estadounidense al ilegal ‘blue’ y tuvo su impacto.

Para ahorristas pequeños, recurrir allí ya no era una solución “de cobertura” ante una inflación que galopaba.

A los plazos fijos, el gobierno nacional los desinfló rápidamente, aunque por etapas.

En un primer momento ubicó la tasa a pagar por los bancos muy por debajo de los impactantes incrementos.

Pero la semana pasada también aplacó la opción de los plazos fijos UVA, al ampliar el plazo mínimo de depósito.