Cuando el presidente Alberto Fernández anunció que asistiría a la asunción de Máximo Kirchner como presidente del peronismo bonaerense, no hacía otra cosa que respaldarlo, después de la exaltada exposición del hijo de la vicepresidenta en el cierre de la extensísima reunión de la Cámara de Diputados, que terminó rechazando el proyecto de ley de presupuesto enviado por el Gobierno nacional.

Con una corta participación al final del debate, cambió el rumbo de las cosas o, al menos, provocó una reacción que alteró el resultado final de una votación que se presumía obvia a esa altura de las discusiones de más de 21 horas.

La pregunta se torna obvia a esta altura de la situación: cuando aglutinó a la oposición que tras su discurso votó masivamente en contra del proyecto oficial, ¿se trató de una torpeza producto de su falta de experiencia para desandar esos caminos escarpados del Congreso o simplemente lo hizo a propósito?

El Frente de Todos estaba en inferioridad, necesitaba imperiosamente el aval de los opositores para llegar a los votos necesarios que le permitieran volver el proyecto a comisión y por eso, la cátedra le indicaba que en el mensaje final debía tocar una cuerda conciliadora. Sin embargo, transitó el camino inverso, acusó y provocó a la mayoría de dirigentes opositores que se aprestaban a votar por el regreso a comisión de la iniciativa.

Los adversarios del hijo mayor del matrimonio Kirchner se sintieron ofendidos y lo liquidaron cuando el presidente del cuerpo Sergio Massa llamó a votar.

Seducción y apriete

Ya Massa había desplegado una amplia estrategia tratando de sumar adeptos al proyecto oficial. Por un lado, intentó seducir a su amigo el gobernador radical jujeño Gerardo Morales, al proponerle una inversión importante para su provincia a cambio de los votos de los legisladores de ese distrito. Finalmente, la negociación quedó en la nada porque Morales se jugaba todo a un acuerdo para poder presidir la UCR, cosa que finalmente logró. De tal modo, no podía aparecer como negociador con el oficialismo en un partido que cada día se pinta más la cara a la hora de hacer oposición.

Por el otro, presionó y amenazó a los diputados lavagnistas con echar del gobierno a los funcionarios y embajadores que ese sector tiene en la administración de Alberto Fernández.

También el apriete quedó en la nada ante la masiva coincidencia de todo el arco no kirchnerista ante las palabras de Máximo Kirchner.

Los peronistas schiarettistas votaron en bloque en contra, pero nunca fueron llamados seriamente a negociar en las últimas horas. El oficialismo los puso del lado de la oposición y dio por perdidos esos tres votos, según confiaron después fuentes kirchneristas.

Coincidencia total

Voceros radicales reconocen que las palabras del jefe del bloque del Frente de Todos “solucionaron temporariamente” la interna radical porque ya no quedaron temas por discutir.

Las desavenencias intestinas quedaron varias veces manifiestas en la sesión, en la que todos pugnaban por ser más duros. El propio Massa quiso meterse en este fárrago al dirigirse con mucho respeto el titular del bloque “tradicional”, Mario Negri, y prácticamente destratar a Rodrigo de Loredo, titular del bloque Evolución, que responde a Martín Loustau. En un tramo, al querer ningunear al nuevo legislador por Córdoba, lo llamó  “Loredo” aunque luego se corrigió, en un flojo paso de comedia.

Los radicales, que volvieron a discutir fuerte, inesperadamente se pusieron de acuerdo y el proyecto oficial estalló con el voto mayoritario de los partidos no kirchneristas. Máximo lo hizo, sin dudas.

Al gobierno pareció no preocuparle demasiado el rechazo, porque a la tarde el propio presidente y el ministro de Economía, Martín Guzmán, continuaron bailando este interminable minué con la titular del FMI, Kristalina Giorgeva y no hubo pase de facturas por el fracaso legislativo. Avisaron que habría prórroga del presupuesto del año que termina ante el bloqueo opositor.

Después, el anuncio de Alberto Fernández indicando que iría al acto de asunción de Máximo Kirchner.

¿Fue premetidada la agresión a los opositores o fue producto del fragor del debate?

Más allá de cualquier respuesta o cualquier inclinación, queda claro que la portación de apellido no quiere decir nada en esta nueva Cámara de Diputados de la Nación.