Un triunfo y la eliminación de su histórico rival le ofrecerá a Boca Juniors atenuar el dolor por aquella final perdida en Madrid y vislumbrar una alegría mayor si gana en Santiago de Chile la final de esta edición del principal torneo sudamericano de clubes.

Por el lado de River Plate, una nueva eliminación de Boca Juniors le permitirá horadar la herida madrileña ya profunda de los xeneizes y profundizar la paternidad en la era Gallardo que ya lleva cuatro victorias y dos empates de los Millonarios.

Lo cierto es que los equipos más populares de Argentina se enfrentarán hoy a las 21.30 en La Bombonera, con la obligación para Boca de ganar por tres goles de diferencia para jugar la final, o al menos ganar por un 2 a 0 para forzar una definición por penales. Será árbitro el brasileño Wilton Sampaio. El que manejará el VAR será Mauro Vigliano.

En el caso de River, un triunfo, un empate o una derrota hasta por un gol lo pondrá en el estadio Nacional de Santiago de Chile, el 23 de noviembre, como rival de Flamengo o Gremio de Brasil, cuya clasificación para esa instancia definirán mañana (en el partido de ida igualaron 1 a 1 en Porto Alegre).

El equipo de Marcelo Gallardo llega más seguro en sí mismo, con buenas actuaciones en el último tramo de la Superliga y con una imagen superior a Boca en la semifinal jugada el 1º de octubre. Su juego es más fluido, estéticamente más agradable y a veces contundente. Boca, en cambio, no ha definido un equipo y un perfil de juego desde que Gustavo Alfaro es su conductor. Ha basado su buena campaña en la Superliga, en la que es puntero, por el aporte de algunas de sus muy buenas individualidades.

La eliminación de uno u otro dejará secuelas profundas. La presunción es que el golpe se sentirá mucho más fuerte si ocurre en Boca y que será más leve, por todo lo ya conseguido, si sucede en River. Lo más importante es que el superclásico, al margen de quien sea el ganador, se desarrolle sin contratiempos y que la derrota se asuma con hidalguía.