Un país con nombre propio, con nombre de familia. El único caso en el mundo junto a Liechtenstein. Arabia de los Sauditas. Porque gobierna y es dueña del país la familia Saud.

Es como si dijeras la España González o la Italia Meloni. Por supuesto, una monarquía absoluta, con un rey que tiene alzheimer y donde el que realmente gobierna es el príncipe heredero, Mohammed Bin Salmán, responsable de múltiples violaciones a los derechos humanos y del asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Kashoggi.

Pero como Arabia Saudita es aliado fundamental de Estados Unidos, nadie dice nada. Tampoco se habla de la guerra y los bombardeos permanentes a su vecino Yemen, desde 2015.

Bin Salmán es responsable directo de la masacre de decenas de miles de yemeníes, y el mundo calla. Este país, que será rival de Argentina, es la cuna del Islam.

El profeta Mohammed nació en La Meca, y luego vivió en Medina, las dos ciudades más sagradas para los musulmanes. Hoy la teocracia es cooptada por el wahabismo, una corriente fundamentalista, extremista y vinculada al terrorismo, que nada tiene que ver con las verdaderas enseñanzas del Corán.

Aliada fundamental no sólo de Estados Unidos, sino también de Israel y Occidente en general, contra el mundo árabe que se rebela.