En Córdoba unas 600 personas, entre hombres y mujeres, integran la delegación local de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina, entidad que representa gremialmente a quienes se dedican a la fabricación artesanal de ladrillos.

Aquella cifra representa una pequeña porción del universo de quienes cumplen tareas en la fabricación de ladrillos en toda la provincia. Se trata de una de las actividades con mayores índices de informalidad. 

Durante años, las abusivas condiciones laborales han permanecido ocultas para las grandes audiencias. La pasividad de distintas conducciones gremiales avaló situaciones humillantes, desde explotación hasta trabajo infantil.

La actual conducción de la UOLRA, que tomó el mando en 2008 a través de una intervención y asumió formalmente en 2015, reconoce la dificultad de una regularización a través del propio sindicato. La lejanía de los trabajadores del sector, en muchos aspectos, ni siquiera permite su vínculo con pares agremiados.

En Córdoba la situación es mejor que en otras provincias, según advierte Leandro Vallejos, secretario general en la sede local y secretario general adjunto a nivel nacional.

En diálogo con cba24n, el dirigente bonaerense de 53 años, radicado en Alta Gracia desde hace más de 15, destaca una mejor situación del sector respecto de años precedentes, a partir de una reactivación económica, principalmente de la construcción.

Peronista desde su adolescencia, Vallejos condujo hasta hace 15 días la Secretaría de la Economía Popular de la CGT Regional Córdoba. Primera en su tipo, tuvo como principal objetivo la articulación de acciones entre trabajadores registrados y los informales, partiendo de un diagnóstico común: el mercado laboral ha sufrido profundas mutaciones. Tras la intervención dispuesta por la CGT Nacional, dicha secretaría ha cesado en sus funciones.

-Comentaba que, a través de los indicadores de la venta de ladrillos, puede corroborarse una reactivación de la economía.
- Sí, claramente hay una reactivación. Habíamos bajado muchísimo, especialmente desde 2015. Desde unos años antes, la obra ya no era el eje del país. Después ganó Macri y se paralizó todo. Luego vino la pandemia. Pero ahora el ladrillo se está vendiendo en todas las formas. La construcción es el motor para ese crecimiento. Hay 66 rubros directos y más de 30 indirectos que se movilizan con la construcción. Hubo una etapa, en la provincia y la Nación, donde se hacían rutas, pero eso mueve una pequeña parte, algo de cemento y minería. La obra privada mueve mucho más cuando se construyen torres, edificios y demás.

-¿Qué tipo de construcción privada se está priorizando?
-Las alternativas de barrio cerrado. La tendencia ha crecido mucho en las afueras de la ciudad, porque Córdoba tiene un alto índice de inseguridad. La gente está buscando tranquilidad. 

-¿Cuán elevada es la informalidad en el rubro?
-Muy elevada. Ahora ronda el 90% de trabajadores no registrados.

-O sea que aquel crecimiento económico no deriva en una formalización de los trabajadores.
-Así es. Para explicarlo tengo que ir un poco atrás. En los 90 en Córdoba se impuso la moda de ladrillo visto en los edificios. Bueno, nadie se preguntó de dónde venían esos ladrillos, ni cómo, ni quién los hacía. Con el Movimiento Nacional Ladrillero, denunciamos a la conducción anterior del sindicato por la precariedad de los trabajadores y comenzamos a dar una pelea por la organización y para crear conciencia. Empezamos a denunciar, por ejemplo, muertes de niños y adultos en los cortaderos, cosas que pasaban desapercibidas. El tema de Córdoba específicamente es que, en la industria del ladrillo artesanal, el 80% es la mano del hombre. Hay poca inversión en tecnología. El trabajador está ahí afuera, en un pedazo de tierra, nadie quiere que traiga el problema adentro. Entonces el proceso de organización es lento. 

-¿Las patronales están organizadas aquí en Córdoba?
-Hay apellidos importantes que siempre se dedicaron al ladrillo. Esos empresarios se han unido en una cámara. Con ellos discutimos paritarias y condiciones de trabajo. Con ellos también intentamos generar conciencia.

-¿Cómo se cumplen los controles, considerando la alta informalidad del rubro?
-Es muy difícil, porque el trabajador no está acostumbrado a utilizar su herramienta, que es el sindicato. Y al estar en la periferia, sin contacto con personas que sí utilizan el gremio, es más fácil manipularlo. También hay lugares donde tenemos compañeros que están registrados y otros que no lo están. Para el empresario que paga, que tiene cargas patronales, es difícil competir contra quien está en negro. Como sea, acompañamos procesos para avanzar en la registración, junto a la Provincia y Nación, algo que no pudimos durante el gobierno macrista. La Provincia tiene buena voluntad, pero sólo cuatro inspectores para más de 200 gremios. Haciendo una inspección por semana, suponiendo que la puedas hacer, no se cambia la realidad. Por eso también trabajamos para llegar a través de diferentes actividades. Por ejemplo, vamos a bibliotecas y compartimos meriendas con escritores. También nos ayudan otros gremios. Por ejemplo, con la UEPC hacemos actividades para que en las aulas hablen de las condiciones laborales. Son casi excusas que nos inventamos para hablar del trabajo.

-¿Cuál es el perfil del trabajador ladrillero? 
-Hasta los 90, era un trabajador que vivía a las afueras de las grandes urbes. Desde los 90, con el 1 a 1, empezamos a recibir a los hermanos del Estado Plurinacional de Bolivia. Venían, trabajaban unos meses y hacían una diferencia económica. Muchos se han quedado, tienen hijos, están afincados. De hecho, en la actividad ladrillera tiene mucha injerencia la comunidad boliviana. Son muy buenos cortadores, que es una de las áreas más importantes. Culturalmente mantienen otras costumbres. Aún hoy tienen a niños trabajando al lado. Por eso ha habido varios casos de denuncia por trabajo infantil. Es una lucha: es una cultura diferente, pero la ley es una sola.

"Hay trabajadores que el capitalismo jamás va a absorber"

-El avance de las tecnologías, en particular las digitales, ¿trae alguna solución a la actividad?
-Depende en qué manos esté. Yo vengo promocionando una máquina cordobesa. Pero después que una empresa compró esa máquina vamos a ver las condiciones de los compañeros, que no queden explotados. Que si un cortador ganaba tanto, no le digan que por esa maquinita le van a dar menos plata y que encima agradezca porque le dan trabajo. Personalmente, quiero que se deje de cortar, porque los cortadores terminan todos rotos. ¡Cómo no vamos a acompañar un proceso de innovación tecnológica! Pero con los compañeros adentro.

-¿Se plantea la discusión de género dentro de la UOLRA? 
-Sí, totalmente. En nuestro mandato le dimos la participación que venía reclamando la mujer, especialmente la comunidad boliviana. Le pusimos un lema a esta lucha: “es trabajo, no ayuda”. Porque cuando las encontramos en inspecciones, nos decían “yo no estoy trabajando, lo ayudo nomás a mi marido”. Nosotros pedimos la registración de esa persona, porque está trabajando. Cualquier actividad ahí, barrer, limpiar, cortar el pasto, hasta cargar ladrillos, es trabajo. Pudimos y empezamos a dar la discusión y en el 2019 incorporamos una Secretaría de Igualdad y Género en la UOLRA. La conduce Soledad Casal, de Entre Ríos. 

-¿Cómo impactó la pandemia en el sector?
-Tuvimos muchas pérdidas humanas. También muchos compañeros quedaron condicionados desde lo físico, con problemas respiratorios. Lamentablemente muchos de esos compañeros no estaban registrados y hoy su familia no cuenta con su mano para el ingreso. Y el Estado hace lo que puede, que es poco.

-Ronda, con creciente fuerza, la idea de impulsar una reforma laboral que podría restrictiva para los derechos del trabajador. Lo dicen, entre otros, los principales dirigentes de la principal fuerza de la oposición. ¿Cómo analiza esta posibilidad?
-Eso es histórico, especialmente en Argentina. Ellos quieren que la distribución de la riqueza quede en el olvido. Quieren potenciar sus ganancias y después llevárselas a paraísos fiscales. Es histórico. Por eso siempre vienen por nosotros, por la organización sindical. Gracias a Dios mantenemos un nivel de organización. El 29 de mayo de 2018 empezó a cambiar la historia. Cuando muchos estaban ocultos, el movimiento obrero hizo un paro general que animó a los trabajadores. Así como el paro de Ubaldini en el 79 sirvió para plantarse a la dictadura, el paro del movimiento obrero organizado, junto con los trabajadores informales, tuvo ese nivel. Desde ahí empezamos a recuperar las calles y crear las condiciones para la llegada de Alberto Fernández y Cristina Fernández. Pero ese es el poder que tiene todavía el movimiento obrero. Lamentablemente hay dirigentes que no se juegan y les da lo mismo Larreta, Macri, el que sea, mientras no les toquen la caja de la obra social. Esos son los dirigentes que tenemos que cambiar, por eso discutimos desde abajo. Queremos un sindicalista comprometido, que vuelva a su barrio, que de la cara, que sea parte de la base. No tienen que ser intocables. Todos salimos del lugar de trabajo. 

-Hasta la reciente intervención dispuesta por la CGT Nacional tenía a su cargo la secretaría de Economía Popular de la CGT Córdoba. ¿Cuál era su cometido?
-Marcamos historia porque hemos sido la primera CGT que tuvo una Secretaría de Economía Popular. Queríamos dar la discusión sobre una nueva época en el mundo y en Argentina. Hay trabajadores que el capitalismo jamás va a absorber, hay trabajadores que se inventan su trabajo. No hay que dejarlos solos, no hay que abandonarlos. Queríamos visibilizar eso, porque estamos representando a una porción cada vez más chica de obreros registrados. Empezamos a mostrar lo que militan el movimiento Evita y Barrios de Pie, que siempre se han considerado trabajadores. Empezamos a traer actores locales y nacionales, para armar algo. Les dijimos que los queremos al lado, peleando, y que queremos para ellos lo mismo que gozamos nosotros: vacaciones, obra social, etc. Ese es el modelo argentino que ha triunfado en el mundo y queremos que tomen como bandera. Y si este país vuelve a crecer, que se inserten nuevamente en los correspondientes rubros.

"Hay trabajadores que el capitalismo jamás va a absorber"