Bien, terminaron los entrenamientos y se acerca la hora de la verdad. La final se jugará el domingo 14 de noviembre en todo el país. Ahí se votará y finalmente se contarán los votos para determinar cuánto tiene cada uno. En ese momento se acabarán las palabras y las argumentaciones. Empezará a valorarse la montaña de votos que cada jugador pueda contar.

En Córdoba se da una situación muy particular porque la alianza que es gran favorita -no sólo en las encuestas sino en la percepción social- tiene severos problemas internos, motivados en la mala onda y las desconfianzas y celos que dominan las relaciones entre algunos de sus socios.

Hace unos días se presentaron los candidatos de Juntos por el Cambio con la presencia de varios referentes nacionales, entre los que sobresalieron el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el exgobernador de Mendoza y titular de la UCR nacional, Alfredo Cornejo.

Como en un show de primera línea, todo estuvo muy cuidado y planificado. Los detalles no se olvidaron ni nada que se le parezca. Salvo el clima –hizo mucho frío esa mañana- todo les salió redondo a los organizadores. Eso en apariencias, porque algunas caras en el palco y en las primeras filas del auditorio no podían ocultar su fastidio.

Un sector del juecismo y determinados dirigentes de la UCR están muy molestos con Gustavo Santos, el hombre que defendió a capa y espada el expresidente Mauricio Macri. Hablan de egoísmos y personalismos y cuando avanza la conversación, los voceros aluden a la “excelente relación” que mantiene el candidato a diputado nacional en quinto lugar con dirigentes schiarettistas.

Miedo a desbarrancar

Pareciera, dicen estos juecistas, que Santos está más preocupado que Schiaretti no desbarranque que en otra cosa. Y recuerdan el paso del dirigente durante la administración schiarettista, cuando se desempeñó como titular de la agencia Córdoba Turismo.

La duda queda flotando porque si bien no se dan nombres propios, es relativamente sencillo determinar quiénes son los y las dirigentes con las que Santos mantuvo y mantiene buena relación política y personal. Obviamente, eso no significa rendirse a los pies de nadie ni depender de nadie, pero ya se ha repetido hasta el hartazgo que en la política no sólo hay que ser sino parecer, sobre todo en tiempos de procesos electorales.

En el otro rincón de este imaginario cuadrilátero, trinan contra Luis Juez. Lo acusan también y mucho de personalista y egoísta y de no admitir ni dar lugar a nada ni a nadie en la estrategia de campaña. “Es el deportivo Luis Juez”, machacan y alzan el dedo acusador.

Argumentan que es imposible hacer algo en conjunto y ponen algunos condicionamientos para una eventual visita a Córdoba durante la campaña de Mauricio Macri, quien en estos días está radicado en Miami y afronta una serie de imputaciones de la Justicia.

Juecistas y un sector de la UCR sonríen ante esta advertencia: “No pedimos nada".

Juez y Rodrigo de Loredo armaron un tándem electoral que, según lo manifiestan ellos mismos, funciona de maravillas. Sin embargo, habrá que ver lo que sucede la noche del 14 de noviembre cuando, si no se da una sorpresa, los dos salgan a festejar y a ocupar el palco de la victoria.

Esa elección los ubicaría en el Congreso y los pondría en la pista de la competencia por los cargos electivos de 2023, que es una cosa totalmente diferente y la experiencia indica que en ese tipo de carreras el peronismo es un hueso muy duro de roer. Precisamente ese año cumplirá 25 años en el poder provincial.

También deberá verse si De Loredo y Juez no chocan con sus aspiraciones porque hoy se dice que el primero será candidato a intendente de Córdoba y el segundo a gobernador. Sin embargo, nadie puede asegurarlo. Especialmente si en el medio reaparece un radicalismo ganador y con ansias e ínfulas de volver al poder provincial.