Aunque el cronograma electoral quede lejos, imprevistamente este año se recalentaron las internas y los caminos para descifrar las candidaturas de 2023 se transitan con una frecuencia que a veces sorprende.

La elección del intendente de Córdoba es una muestra de esta situación que entusiasma a por lo menos cuatro dirigentes peronistas anotados para suceder a Martín Llaryora. Sin embargo, todos tienen un impedimento de peso: hasta ahora, todas las encuestas marcan que el radical Rodrigo de Loredo consigue una amplia ventaja.

De todos los justicialistas en carrera el que asoma la cabeza es el viceintendente Daniel Passerini, relegando de momento a Gabriel Bermúdez, Marcelo Rodio y Miguel Siciliano.

Cerquita de la dupla que conforman el gobernador Juan Schiaretti y el intendente de Capital, Martín Llaryora, lanzaron hace unas semanas un globo de ensayo.

Esta jugada consistió en dejar trascender que, llegado el caso, Schiaretti podría ser candidato a intendente reforzando incluso las chances de Llaryora, candidato cantado a encabezar la fórmula provincial de la coalición liderada por el peronismo.

Solución que molestó

¿De qué se trató esta movida?

Todo fue un claro mensaje a los radicales y especialmente a De Loredo. Algo así como decir: “Miren que si es necesario ponemos al Gringo en la cancha para pelear contra el que raye en Capital… No canten victoria muchachos”.

La sorpresiva solución no cayó bien en el schiarettismo, sobre todo en la mesa chica del mandatario provincial y así lo hizo saber la propia diputada nacional Alejandra Vigo a la tropa propia días atrás, durante un plenario de dirigentes.

Schiaretti apuesta todo a Llaryora en su deseo de frenar las aspiraciones de Luis Juez. En realidad, habría que decir que el cacique peronista pretende impedir que el senador nacional sea su sucesor y eligió al intendente porque es el peronista mejor posicionado.

A esta altura, es un secreto a voces que la estrategia del oficialismo provincial es partir a la oposición para tapizar el camino de Llaryora. Un sector del radicalismo mira esta posibilidad con buenos ojos y en el PRO no son pocos los que bailan en una pata cuando les mencionan esta jugada.

Sin embargo, los peronistas saben a la perfección que para que esto prospere “la tercera lista” debe tener votos. De lo contrario podría ser un fracaso estrepitoso, habida cuenta del posicionamiento de Juez en la actualidad.

Quién debería encabezar esa lista rupturista es un dilema y como el tema ha tomado estado público a diferencia de otras ocasiones, no es fácil encontrar un camino que lleve a un puerto seguro.

Está claro que lo mejor que le puede pasar al oficialismo es que la oposición vaya dividida. Aquí el Gobierno provincial tiene una ventaja: un núcleo importante del radicalismo no tolera ser furgón de cola de Juez. Pero también una desventaja: el dirigente mejor posicionado del radicalismo, es decir De Loredo, tiene una inmejorable relación con jefe del Frente Cívico. Ambos conforman un tándem que funciona, especialmente después de la paliza que le dieron al peronismo en las elecciones legislativas del año pasado.

De todas maneras, también hay que decir que De Loredo comenzará a intensificar sus recorridas por el interior provincial. “Probar no cuesta nada”, razonan algunos radicales, expertos en el arte de explorar los recovecos poco iluminados de la política.

Schiaretti quiere ver lo que pasa. Por lo pronto, en Córdoba seguirá analizando alternativas aunque, claro está, en su cabeza no pasa la idea de mudarse al Palacio 6 de Julio.

Después, están las aspiraciones nacionales de Schiaretti, pero esas novedades serán motivo de otro boletín. De todas maneras, aquí tampoco hay que creer en el canto de sirenas.