La escenografía del  Morumbí anticipaba el poco clima de Copa América que hay por ahora en Brasil. El país organizador no pudo completar las 67 000 ubicaciones del estadio del San Pablo.

La ausencia de Neymar puede haber sido una razón de peso que explique el desinterés en el primer partido de la competencia. Pero también hay algo más que justifica la apatía del torcedor brasileño. Y es que el equipo de Tite no contagia.

Hasta que apareció el jugador menos pensado. Philipe Coutinho venía de su peor temporada en el Barcelona. Y tuvo su revancha en su selección. Dos goles en el inicio del complemento, rescataron al anfitrión y liquidaron el pleito.

La reprobación generalizada del público a la finalización del primer tiempo demostró que no habrá paciencia para el gran candidato de la Copa. Brasil dominó casi a su antojo en la etapa inicial, pero rara vez inquietó al arquero de Bolivia, Carlos Lampe. Y se fue apagando, como su fútbol, ante el papel secundario de su rival..

El comienzo del segundo tiempo no dio lugar al suspenso. La tecnología ayudó al local,al advertir una clara mano de Jusino, que Pitana cobró sin dudar, luego de consultar al VAR. Coutinho lo convirtió, y a los pocos minutos de cabeza, hizo el segundo para Brasil.

Solo el ingreso de Everton, sacudió la modorra del resto del partido. Coronó con un golazo, su presentación en sociedad.

No hubo más espacio para nada más en la noche de San Pablo. Ni para la reacción de Bolivia, que pareció conformarse con una derrota digna, ni para encender a los fríos torcedores, ni para observar el poderío del organizador. La competencia está en pañales, y muy verde, Casi tan verde como Brasil.

Por Mariano Marchini