Estábamos en la redacción del diario Día a Día y una fuente me pidió por teléfono que saliera a la calle.

—Estoy en la puerta. Tengo algo para vos.

Dijo. El diario estaba al lado de La Voz del Interior. El investigador esperaba dentro de un auto azul con vidrios polarizados (no, no era policía, pero parecía). Bajó el vidrio hasta la mitad y acomodó con su dedo índice sus lentes oscuros. Eran las cinco de la tarde. Inclinado hacia la ventanilla del acompañante, adentro estiró la mano y me alcanzó un sobre:
—Es una bomba —dijo— solamente lo tenés vos, pero esperá hasta las 21, no vaya a salir antes en la radio.

Había pasado más de un año de la exhumación del cuerpo. Todavía recuerdo el entusiasmo que sentí cuando abrí el sobre y, aunque no entendí demasiado, leí la fotocopia. Era un informe con sello del Ceprocor (Centro de Excelencia en Productos y Procesos de Córdoba) que decía una frase rara que todavía me acuerdo de memoria: “Haplotipo de cromosoma Y del linaje ascendente o descendente correspondiente con la familia Macarrón”.

Esa fue la última vez que sentí que el caso podría exclarecerse, sin embargo los acontecimientos que siguieron me sacaron esa esperanza para siempre.

En diciembre de 2006 (aproximadamente un año antes de que llegara a mis manos el informe del Ceprocor) y apenas unas semanas después del entierro de Nora Dalmasso, el fiscal Carlos Di Santo ordenó la exhumación del cuerpo de la mujer asesinada. De alguna manera que no tiene sentido explicar, fui testigo de la exhumación. De impecable guardapolvo blanco, una perito forense de la Policía Judicial de Córdoba —bajo la atenta mirada de los representantes de las partes— comandó las tareas. Entre chistes de mal gusto de los presentes y con el cuerpo ya en descomposición de la mujer asesinada, le realizaron extracciones (isopados incluídos) buscando rastros genéticos.

La razón de la exhumación era que los peritos de Río Cuarto habían hecho mal su tarea y, para encausarla, Di Santo había decidido tomar nuevas muestras del cuerpo y enviarlas al FBI buscando los rastros genéticos del asesino. Eran tiempos en los que el gobierno de José Manuel de la Sota hacía alarde de sus vínculos con los organismos de inteligencia norteamericanos.

Lo cierto es que antes de que el FBI consiguiera resultados, fue el cordobés Ceprocor —conducido entonces por la científica Nidia Modesti— el que consiguió primero aislar aquel patrón genético.

Esa noche escribí la nota y fue tapa del diario Día a Día al día siguiente. Desde entonces la científica se enoja al recordar aquella filtración. Según pude traducir en aquel momento, la frase: “Haplotipo de cromosoma Y del linaje ascendente o descendente correspondiente con la familia Macarrón” significaba que en el cuerpo de Dalmasso habían encontrado parte de un ADN masculino correspondiente al linaje genético de los Macarrón que bien podía pertenecer al padre, al hijo o al abuelo de la familia.

A los días el fiscal Di Santo imputó a Facundo Macarrón (hijo de Nora) por el homicidio. Lo llamativo es que por ese entonces había otro imputado, Gastón Zárate (el pintor). Durante un tiempo Facundo y Gastón estuvieron imputados por Di Santo del mismo delito, pero cometido de manera diferente. Facundo por matar a su madre “sin acceso carnal”, Gastón por matar a Nora “con acceso carnal”.

La cosa derivó poco tiempo después en el sobreseimiento del pintor y más tarde en el sobreseimiento del hijo. Desde entonces cada vez que se produce una novedad del caso Dalmasso, simplemente desconfío. La causa está plagada de absurdos judiciales y cuando parece que los absurdos se acabaron, aparece otro.

Muchos lo han olvidado, pero el primer imputado en el caso fue un hombre llamado Rafaél Magnasco. Su nombre se incorporó a la causa porque las amigas de Nora (que no eran sus verdaderas amigas, sino sus vecinas y tremendamente chismosas) se encargaron de sugerir de una manera muy desagradable (según se ve en el expediente) que Nora podría haber tenido una relación con él. Ante ese rumor falso el mismo Magnasco se presentó en tribunales de Río Cuarto y pidió ser imputado. No tenía nada que ver.

El segundo imputado fue el pintor Zárate. La prueba en su contra era interesante y nunca se profundizó. Apenas hubo una manifestación diciendo que era un perejil, el fiscal Di Santo se asustó y —después de unas muy poco felices palabras del entonces gobernador De la Sota— lo sobreselló sin agotar la investigación. Es cierto que no hay pruebas en su contra y que desde entonces no se acusó a Zárate de ningún otro delito, pero también es cierto que no se lo investigó en profundidad y que en su contra había una denuncia de agresión contra una mujer (su madre) que era muy similar a la mecánica de la muerte que sufrió Nora Dalmasso. En algún momento se especuló con una imputación al abuelo de Facundo y suegro de Nora, pero eso nunca ocurrió.

Aunque en su declaración original Marcelo Macarrón aseguró que dos días antes del homicidio (previo a viajar a Uruguay) había tenido relaciones sexuales “completas” con su mujer y eso explicaba que hubiera rastros genéticos suyos en el cuerpo de Nora, la justicia terminó imputándolo después de Facundo.

En todas esas decisiones se contó con el valioso aporte del fiscal Di Santo que condujo el caso por casi diez años fracasando con el más rotundo éxito hasta que fue premiado con el cargo de juez. Sin embargo, cuando se fue Di Santo las teorías difíciles de probar siguieron.

Primero el fiscal Daniel Miralles dijo que Macarrón jugó al Golf en Uruguay y entre la noche y la madrugada del día siguiente viajó ilegalmente al país, llegó a Río Cuarto mató a su mujer volvió a Uruguay y después (sin dormir y horas después de matar) tuvo pulso para jugar su mejor juego para pasar al frente en el torneo de Golf. Todo eso sin que nadie lo viera en ningún lugar o sin que nadie se enterase de sus movimientos.

La cosa se ve que estaba medio floja de papeles, porque Miralles se fue y no llegó a probar su hipótesis. Allí fue cuando llegó otro fiscal (Luis Pizarro) con otra hipótesis que a esta altura y, como todas, debe ser tomada con pinzas.

La Justicia de Córdoba no se ha mostrado demasiado sólida en estos trece años como para confiar en sus hipótesis en torno a la muerte de Nora Dalmasso.

El fiscal Luis Pizarro acusa a Marcelo Macarrón de contratar un sicario para matar a su mujer. Según el funcionario público, el crimen ya no fue cometido por él, sino que fue “encargado” por el marido debido a “desavenencias matrimoniales y económicas”. Según el funcionario su investigación (que lleva casi dos años) le permitió acumular “pruebas suficientes” para elevar a juicio la causa. Cuando Pizarro decidió imputar a Macarrón trascendió que las últimas en declarar habían sido “Nené” Grassi, una expareja de Macarrón y una expareja de quien fuera su vocero, Daniel Lacasse, entre otros. La madre de Nora volvió a ser citada en mayo último. A diferencia de su predecesor, Pizarro considera que “Macarrón no intervino solo” y que no es el autor material del hecho. “Macarrón, con distintas personas, acordó la muerte de su esposa” dijo el funcionario que elevó a juicio la causa con el viudo imputado de homicidio calificado por el vínculo, por alevosía y por recompensa remunerativa, que prevé una pena de prisión perpetua.

En declaraciones a El Puntal de Río Cuarto el fiscal dijo que él mismo analizó “el patrimonio de Macarrón” y de ese análisis surge el móvil económico del crimen. Según afirma, la muerte de Nora estuvo “planificada” y el torneo de golf en Punta del Este fue “una coartada perfecta para contratar a un sicario con el objetivo de cometer el homicidio”. El fiscal negó que la mujer haya tenido relaciones sexuales al momento de su muerte. “No hubo acceso carnal como se dijo en su momento en los medios”. El expediente cuenta con 30 cuerpos, dos de los cuales se incorporaron durante su intervención.

Finalmente una reflexión. En las últimas declaraciones que hizo el fiscal al diario El Puntal, se le escapó una frase que muestra que la pobre Nora sigue siendo revictimizada. Para el nuevo fiscal y pese a que varios indicios han dicho cosas diferentes, Nora no fue víctima de un ataque sexual, sino que los asesinos habrían “ordenado” la escena para que pareciera un ataque sexual.

Pobre Nora, ojalá haya sido así. Sin embargo, uno siente que la siguen “manoseando”.

Entre 2006 y 2008 Dante Leguizamón participó de la cobertura diaria del caso Dalmasso. Tras el pedido de elevación a juicio del viudo, le pedimos que nos cuente lo que sabe del caso. Escéptico de que se esclarezca, Leguizamón nos acercó estas tres notas. La primera (“Cómo empezó la ficción”) resume en base al expediente y su propia investigación, lo que pasó en las horas previas y posteriores a la muerte. La segunda (“Violencia de Género Mediática”), es una opinión y resume algunos de los maltratos y modos en que fue revictimizada Nora Dalmaso por parte de los medios de comunicación. En la tercera “El Caso…”, sistematiza la información actual y la contrasta con datos históricos del caso.