Hubiera sido un doblete espectacular; de lo mejor en materia de resultados producido por el fútbol argentino en toda su historia.

Tras ganar el mundial de México en 1986, Argentina volvía a subirse al ring para pelear por el título de los pesos pesados.

Y tal como había ocurrido cuatro años antes, la poderosa Alemania volvía a ponerse al frente, lo mismo que sus directores técnicos, Carlos Bilardo y Franz Beckenbauer, dirigiendo dos equipos con resabios de aquella final azteca y con otros jugadores que afrontaban por primera vez un acontecimiento tan único y espectacular.

Ocurrió el 8 de julio de 1990 en el estadio Olímpico de Roma. Los pasos de Alemania en el torneo habían sido más seguros que los de su adversario. Argentina llegaba a la final luego de haberle ganado milagrosamente a Brasil en los octavos de final y de dejar afuera a través de los penales a Yugoslavia y a la mismísima Italia, en cuartos y en la semifinal.

Contra los peninsulares había sido su mejor producción, lo que había levantado el ánimo de los jugadores, aún sabiendo que la formación llegaba más que diezmada por las suspensiones y lesiones. No estaba Claudio Caniggia, autor de goles decisivos ante Brasil e Italia, ni tampoco Julio Olarticoechea. Oscar Ruggeri se retiraría lesionado durante el partido, lo mismo que Jorge Burruchaga.

El juego fue monótono, de muy escaso nivel técnico y con pocas emociones. Alemania no podía concretar en la red su sed de revancha. Argentina apelaba a sus principales virtudes: el sacrificio y la disciplina.

Pero al equipo albiceleste no le alcanzó. A cinco minutos del final Roberto Sensini disputó un balón con Rudy Voller y el árbitro mexicano Edgardo Codesal sancionó un penal. Protesta de los argentinos.Ya se había ido expulsado Pedro Monzón. Tras la sanción de la pena máxima se fue Gustavo Dezotti.

Andreas Brehme, con un remate a la derecha de Sergio Goycoechea, que también se tiró a ese lugar, fue el vengador. Alemania ahora festejaba, mientras caían las lágrimas de un Maradona que no parecía resignado por la derrota.

Argentina fue vencida en la final luego de hacer un mundial apenas discreto, siendo su mayor sustento la personalidad de algunas de sus individualidades y el trabajo de conjunto que casi la volvieron a poner en la cima del fútbol mundial.