Italia, el gran candidato a ganar "su" mundial, debía enfrentar a Argentina, que llegaba a esa semifinal con la clara intención de vender muy cara la vigencia de su reinado conseguido en Máxico 86.

Era el 3 de julio de 1990. El escenario, el estadio San Paolo, en Nápoles, el lugar que había santificado a Diego Maradona, el dueño de todos los milagros futbolísticos desde que llegó al sur de Italia.

Todo indicaba que Italia haría valer su localía y presionaría de manera permanente en el arco de Sergio Goycoechea. Fue así al principio; luego Argentina se acomodó en el terreno y también ofreció una imagen dura y ambiciosa, aun teniendo sólo a Claudio Caniggia como único hombre de punta.

Salvattore Schillaci, el goleador "azurro", aprovechó un rebote de Goycoechea y anotó el primer tanto del encuentro. Italia parecía encaminar su triunfo, el que lo llevaría a la final en el estadio Olímpico de Roma. Pero Argentina, persistente en su objetivo de no caer antes de la cuenta, fue a cambiar golpe por golpe. Así llegó el pase aéreo de Julio Olarticoeachea que peinó Caniggia sobre la salida de Walter Zenga. Gol argentino y a los penales. En ese trance apareció nuevamente el arquero argentino, tal como había ocurrido ante Yugoslavia, para atajar los penales de Roberdo Donadoni y Aldo Serena y darle el triunfo a su equipo.

Así, con angustia y tensión, como fue su tránsito en todo ese mundial, Argentina se ubicó ante la chance de conseguir el tercer mundial de su historia.