Andy Ruiz reclamó a Anthony Joshua que se quedase plantado y cruzase golpes. Quedaban 15 segundos de combate y el británico se rió. Aprendió la lección en Nueva York. Por ello, en Arabia Saudí hizo el ring redondo, se movió constantemente y no arriesgó contra alguien más rápido que él. 

Los doce asaltos tuvieron una misma lectura que evidenció el principal cambio entre el primer combate y el segundo. Joshua quería impresionar en Nueva York, mientras que en Arabia solo se centró en ganar. La movilidad del británico mejoró de manera exponencial con el español Ángel Fernández en su esquina, y se notó. Pegaba uno o dos manos y se movía. 

La principal virtud de Andy Ruiz es que nunca se desespera. Subió siete kilos para este combate, y quizá lo pagó en fondo físico al final, pero le sirvió para aguantar los golpes sin pestañear. Cuando imponía su boxeo era más veloz, lo que castigaba a Joshua. No tuvo la mandíbula de cristal, pero en varios momentos se le notó sentido. Victoria clara, pero no se puede decir que fácil.

Joshua solo sufrió en el décimo asalto. Ruiz apretó, cerró huecos e incomodó al británico, que encajó la mano más clara. En ningún momento se puso nervioso y siguió su plan. Corrió en los dos últimos asaltos. No es vistoso, pero si efectivo ante un púgil con el estilo de Ruiz. “No hice una buena pelea. Quiero la trilogía”, reclamó el mexicano al terminar.

En el horizonte de AJ vuelven a aparecer Wilder o Fury (boxearan el 22 de febrero). "Quiero ser indiscutido", gritó en Diriyah. Su alegría era máxima. Vuelve a ser el rey.