Siempre hay un tango para cada tristeza. La pérdida física del Turco me remitió en una primera instancia a Aníbal Troilo. En Nocturno a mi barrio, Pichuco trazó una semblanza en primera persona a un personaje que volvía siempre a su barrio. Mis imágenes concurrentes con Osvaldo siempre están ligadas a ese deseo irrefrenable de volver a su lugar en el mundo que siempre fue Río Cuarto. A pesar de haber jugado en las grandes ligas del relato deportivo, en el siglo de oro de la radio en el país, Wehbe siempre fue un baqueano de su tierra.

Trabajó con Víctor Hugo Morales y José María Muñoz, dos íconos en la materia. Jamás se sintió obnubilado por las luces del puerto. Ni por su influjo cutural y político. No abrazó ese discurso único que impone que "Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires". Su prédica además fue consecuente con sus acciones. Defendió el fútbol del interior, y también el del interior del interior. Su lenguaje fue universal, pero con el sello de una identidad que respondía a su esencia de hombre del, mal llamado, interior. 

Relator de la radio y el fútbol, además supo conjugar el prestigio con la popularidad, la emoción con la erudición del juego. Junto al negro Brizuela estableció una complicidad que resumía, además, lo mejor del humor cordobés. Contribuyó a recrear un mundo de sensaciones en una época que el aparato transmisor no compartía cartel con la televisión. Uno podía ver los partidos a través de un lenguaje que nos invitaba siempre a la imaginación. 

En los últimos años disfruté compartir un medio junto a él. Formó parte de su admirada Radio Universidad y de su aún más querido programa Córdoba Deportiva. Además de un gran profesional, Osvaldo fue una persona querible, amable y respetuoso en el trato diario. Se lleva  un enorme caudal de cultura al servicio del periodismo. Nos deja un legado para todos aquellos que no sólo amamos al fútbol, sino también el relato de una pasión. No sólo fue unos de los mejores del país. Fue un incesante contador de historias.

Sigo creyendo, al igual que Pichuco, que el Turco no se fue, que siempre estará volviendo a su Río Cuarto querido. Que las estrellas de ese cielo, siguen titilando como manos amigas.