Después de tres horas y seis minutos de juego, Nadal por fin pudo quebrar la resistencia de Cachín y anotarse su tercer triunfo en la capital española por 6-1, 6-7 (5-7) y 6-3. 

El puño al cielo del mallorquín tuvo un doble significado. Por un lado, la alegría por una nueva en un duelo que se le había complicado más de la cuenta y, sobre todo, porque dejó en claro que puede ser competitivo incluso estando más de tres horas en una cancha. 

Hace dos semanas, había dicho que no podía exigirse más de una hora y media y en Madrid ya duplicó su prestación sobre la pista.