No tardó en reproducirse una entrevista realizada días atrás a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, asegurando que la final River-Boca de la Copa Libertadores se podía jugar hasta con visitantes, porque era "una cuestión menor", al lado del desarrollo, a fines de mes, del G-20 en Buenos Aires.

E contexto es, ahora, la suspensión de la revancha, debido a las agresiones que recibió el colectivo que trasladaba a la delegación de Boca Juniors rumbo al Monumental.

Entre idas y vueltas, reprogramaciones incluidas, los dirigentes coincidieron en que las actitudes de "inadaptados" que lanzaron objetos en plena calle, "desnaturalizaron el partido".

Rápidamente lo adujo el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez. Lo hizo, eso sí, antes de que el propio Rodolfo D'Onofrio tuviera que escapar, en los pasillos del estadio del club que preside, porque un núcleo de simpatizantes ingresaron a una zona no autorizada.

"No puedo explicar lo inexplicable. Nos corresponde prever todo en la organización, queremos lo mejor y se paralizó el mundo por este partido. El fútbol debe ser diversión y paz. Hubo un pacto de caballeros entre los dos clubes para no jugar", sentenció Domínguez.

D'Onofrio calificó de "Increíble" que no haya funcionado la custodia con el colectivo Xeneize, y le apuntó, en sintonía con Domínguez, a "cinco o diez inadpatados", los que "nos privaron al mundo, de ver un River-Boca hoy".

Daniel Angelici sentenció: "Son unos pocos que tiraron piedras y llegaron gases adentro del micro. No estábamos en condiciones físicas para jugar una final que preparamos hace mucho tiempo".