Porque a veces ciertas historias toman estado público de manera impensada, anoche, en la presentación de mi libro autobiográfico Recuentos, expuse una historia que no forma parte de ese trabajo y que en realidad nunca había contado porque es una de las pocas que viví sin que me quedara una documentación que la sustentara.

Fue a mediados de los 90 en Cuba, adonde había viajado en principio por una decena de días aunque finalmente me quedé más.

Me había quedado sin cassettes mini vhs para grabar -mi pequeña máquina soportaba ese formato- y en el hotel de La Habana le pregunté por lo bajo a un empleado, local, donde podría conseguir otros.

El muchacho me dio el dato:

-Andá a un videoclub de tal lugar, en tal barrio, y pedile a Fulano que te venda, dile que vas de parte mía, dile que somos amigos.

Fui, claro. 

Y cuando estaba esperando mi turno en el comercio -era un videoclub, reitero-, noté que un señor estaba alquilando muy buenos videos musicales. De jazz. Chick Corea y su Elektric Band, Weather Report, John Patitucci, música no fácil. También se llevaba el show The Wall de Roger Waters en Berlín. 

Qué bien, pensé, qué buena música.

Y al instante me cuenta de que era el mismísimo Juan Formell, prócer de la música bailable cubana. El creador de Los Van Van. 

Uy, qué momento.

Me acercé, vi que tenía estampa de no ser muy joven -en ese momento ya había pasado los 50- y le hablé.

-Señor, qué buenos videos se está llevando.

-Uh, gracias, me contestó con amabilidad. ¿Usted es cubano?

-No, le dije. Soy argentino. Estoy de paseo. Soy periodista.

-Ah, ¿y has visto a Los Van Van?

Le contesté la verdad.

-No, nunca los vi. ¿Están tocando acá?

-Sí, mañana vamos a tocar en una ciudad de la isla. ¿Quieres venir con nosotros?

Dije que sí, claro.

¡El mismísimo Juan Formell me había invitado!

Juan Formell. Foto: Redes
Juan Formell. Foto: Redes

El señor me dio las indicaciones y yo tomé nota, apurado. Debía estar en una dirección tal, en un barrio lejos del centro, a la madrugada: cuatro de la mañana.

En el hotel pedí un taxi, repetí la hora porque no era tan habitual pedir un auto tan temprano o tan tarde, según se viera, y ahí fui.

Cuando llegué al lugar, decepción: no había nadie. Era una calle oscura. Y era la hora precisa: cuatro de la mañana.

Un par de minutos después me volvió el alma al cuerpo. Apareció un ómnibus de gira, blanco, ploteado con una inscripción que decía “Los Van Van” y abajo “El tren de la música cubana”. Y de un portón salieron varios muchachos que sonreían y hablaban en voz alta. Mientras llegaban unos autos con más gente, subieron los instrumentos y algunos equipos al bondi, y alguien me preguntó si yo era el periodista argentino.

-Vamos, vamos, hermano, sube.

Y salimos de viaje. Ibamos a Santa Clara. 300 kilómetros. Salimos a las 8, llegaríamos al mediodía.

Los Van Van tocaron a las 4 de la tarde en una plaza para la gente del lugar. Entrada libre.

El show duró más de tres horas. Fue tremendo.

Los Van Van. Foto: Redes
Los Van Van. Foto: Redes

Viví el concierto desde el costado del escenario. Abajo el público bailaba, aplaudía y disfrutaba mucho. Yo también.

Arriba estaba la mejor banda bailable del mundo. Uh.

Por el temor de un chambón, no llevé a ese viaje mi cámara de video ni una cámara fotográfica. En ese momento no había celular. Así que no me quedó ningún documento de la experiencia.

Pero igual, ya era tiempo de contarla.

Los Van Van - Sandunguera (Lyric Video)
Los Van Van - Vanvanidina (En Vivo)