Hace no mucho, y porque torpemente el recuento de mis Recuentos para el libro de mi autobiografía y de antología de mi obra periodística es bellamente incompleto, encontré la digitalización de una entrevista que hice con él en 1988. Ahora veo, posiblemente ése sea uno de mis mejores trabajos.

La nota, en realidad, es una charla con Manuel Mandeb, un personaje suyo de sus columnas en la revista Humor y de su libro Crónicas del ángel gris -que luego reaparecería en obras posteriores-, y me permitió una fuerte dosis de ficción para ubicarla en un bar de la ciudad en circunstancias difíciles de demostrar si fueron reales.

Hoy no sé dónde fue que hablé con Dolina para sustentar ese texto. Puede haber sido un día cualquiera, qué poco glamour, en la redacción de Humor, donde yo trabajaba como colado al lado de grandes fenómenos de las letras y el dibujo, y él, siempre de traje, alto y pintón, langa ganador y talentoso, de tanto en tanto bajaba al mundo de los laburantes para reunirse con Andrés Cascioli, el mentor de la idea, y con su compañera Nora Bonis, que venía a ser el Robin de un genial Batman.

Ahí fue cuando lo conocí y participé, de rebote, en reuniones de redacción con capos totales: Tomás Sanz, Alfredo Grondona White, Braccamonte, Rep, Tabaré, Juan Sasturain, Osvaldo Bayer, enrique Vázquez. Rogelio García Lupo, Raúl Fortín, Gloria Guerrero, Héctor Ruiz Núñez, Marcelo Figueras, Alejandro O’Kif, Walter Clos, Meiji, toda gente grossísima. Y Dolina.

La que quedó en la historia fue Humor. Pero en realidad, la editorial comandada por Cascioli, apadrinó otras revistas, como El Periodista y Sex Humor, donde también escribí para sumar unos pesos a fin de mes. También sacaba Fierro y Humi, entre otras.

Y una vez, por empuje de Marcelo Figueras, Cascioli también se embarcó en un proyecto llamado Caín, para el cual, como encargado de la redacción -puesto pomposo que no era importante, la verdad- entrevisté a Dolina. Las fotos las hizo el enorme Eduardo Grossman.

Alejandro Dolina en Caín. Recortes: Archivo Víctor Pintos
Alejandro Dolina en Caín. Recortes: Archivo Víctor Pintos

Muchos años después de aquello, Alejandro Dolina llegó a Córdoba, para hacer su recital de palabras e historias costumbristas y a la vez desopilantes -qué genial invento el suyo- en la Sala de las Américas de la Universidad, que en ese momento estaba cumpliendo 400 años.

Cristina era la presidenta. La Argentina era otro país.

Y Dolina pasó por Disco Pi, con sus ocasionales partenaires, Jorge Dorio -otro viejo y querido conocido- y el grupo vocal Cabernet.

Este es el diálogo de esa mañana.

En el final de Disco Pi. Meli, el Gonza y yo, del equipo local, y los visitantes, Alejandro Dolina y Jorge Dorio. Foto: Archivo Víctor Pintos
En el final de Disco Pi. Meli, el Gonza y yo, del equipo local, y los visitantes, Alejandro Dolina y Jorge Dorio. Foto: Archivo Víctor Pintos
La venganza será terrible, el programa de Alejandro Dolina en la Biblioteca Nacional / 10 julio 2019