Nos habíamos bienacostumbrado a leerlo en sus notas en Página/12. Y un día gris de un verano llegó la infausta noticia de que había muerto.

Esa mañana, las letras estuvieron más tristes que nunca.

Crónica del triste día en que murió Juan Gelman

Juan Gelman es -no fue- un poeta supremo. También es un hombre coherente. Por eso resignó todo lo suyo, lo que podía haber sido valioso para un humano normal: vivir en su tierra, disfrutar de su familia.

Juan aprendió a vivir el dolor de la pérdida. Sus hijos fueron desaparecidos, su nieta nació en cautiverio.

Juan Carlos Baglietto grabó una canción con un poema suyo: muchos lo descubrimos ahí. En tiempos de dictadura, Juan solía bromear: -Gelman, no el de la mayonesa. Era un chiste liviano, acaso una forma de que no sonara tan pesada su mención.

Había sido siempre un hombre de izquierda, de esos inteligentes que supieron pegar el volantazo cuando no se sintieron representados cabalmente. Militó en el Partido Comunista, fue integrante de la cúpula de Montoneros, fue valiente para irse de donde estaba en el momento en que sintió que ya no pertenecía más.

No aceptó la dádiva del indulto de Menem, se negó a regresar perdonado, prefirió seguir viviendo bajo un cielo distinto al que conocía, solo por coherencia.

Vivió para redescubrir la vida que le habían arrancado. En 1976 secuestraron a su hija Nora Eva de 19 años, a su hijo Marcelo de 20 y a su nuera Claudia de 19. En 2000, Juan encontró a su nieta en Uruguay. Hoy se llama María Macarena Gelman García y es militante de los Derechos Humanos, claro.

Este fue el especial Disco Pi en la mañana en que supimos de su muerte.