Iniciando la investigación necesaria para hacer esta nota, encontré un dato sorprendente: el simple de vinilo más caro durante muchos años -hasta la segunda década de este siglo, al menos- fue el que traía, en su lado A, el tema Do I Love You (Indeed I do) de Frank Wilson, publicado en 1965… que es el mismo que acaba de versionar Bruce Springsteen en su disco de soul Only The Stong Survive, y que fue nada menos que el tema que hizo punta en ese álbum, o sea el primero en llegar a la difusión. Del single de Wilson -de 45 revoluciones por minuto- se imprimieron sólo dos copias -¡dos!- y se vendieron a razón de 20 mil libras esterlinas cada una, o sea a unos 24 mil dólares. ¿Un simple a 24 mil dólares? Eso parece. Se ha dicho que en el mercado de fanáticos de la música, los discos de vinilo se cotizan muy alto pero nunca pensé que fuese para tanto…

Frank Wilson Do I Love You Indeed I Do

Pero de estas rarezas no trata esta nota. Me tienta decir, eso sí, que hay quienes han pagado 20 mil dólares por un ejemplar del long play de Los Beatles llamado The Butcher Cover -en la que se ve a los cuatro fabulosos como carniceros, de ahí el nombre-, identificado en la discografía oficial del grupo como The Beatles – Yesterday and Today, publicado en Estados Unidos y Canadá en el verano de 1966, que no es un original sino algo así como un compilado, con algunos temas de Help! y otros de Rubber Soul. ¡Oh, 20 mil dólares!. Y bué.

Un disco, ok, pero ¿es de pasta o de vinilo, o es un compacto?

Los discos de vinilo tienen un surco, no varios sino uno solo, dibujados, digamos, en una superficie de pvc, sobre el que se apoyaba una púa. Los de pasta eran iguales pero con una hendidura sobre una goma laca, por lo necesitaban de un surco más grande -lo que reducía la duración del disco- y además eran más pesados y se rompían con facilidad.

La compañía CBS Columbia fue la primera que lanzó el formato LP -long play, larga duración- que podía tener unos 30 minutos de música por lado, con un máximo de, digamos, 34 minutos, con los temas separados por dos segundos de silencio. Si el disco llegaba a presentar más música que ésa, disminuía la calidad sonora. Los LP tenían una medida de 12 pulgadas -unos 30 centímetros y medio- y  giraban a 33 revoluciones por minuto. Más precisamente, a 33 y un tercio. Eso se anunciaba claramente.

En un tiempo circularon algunos long plays, básicamente con audiolibros, es decir con palabras y no con música, a 16 RPM. Pero se escuchaba fulero. Como hoy se pueden escuchar las grabaciones de radio que almacena con tanta generosidad el sitio radiocut.  Esos registros, ya lo habrán comprobado, no tienen el mejor sonido.

La RCA Victor, entretanto, puso en la industria y a la venta el single, también llamado simple o sencillo, que tenía obviamente una medida menor que un LP -medía 7 pulgadas, es decir 17 casi 18 centímetros de ancho, digamos- y se escuchaba generalmente a 45 revoluciones por minuto, lo cual mejoraba el nivel del audio. Se diferenciaban claramente de los LP porque tenían menor tamaño, como ya se dijo, y también porque presentaban un agujero central mucho más grande, por lo cual los reproductores necesitaban un adaptador que generalmente era de plástico.

Un disco, ok, pero ¿es de pasta o de vinilo, o es un compacto?

Los discos de vinilo aparecieron al comienzo de los años 50. Acá en la Argentina, un poco después que en el Norte. Y al vinilo lo mató el cassette, o mejor dicho la cassette -viene del francés, es cajita-, que era un soporte rectangular de plástico de 10 centímetros por 6,5 centímetros y un centímetro de “grosor”, digamos, que contenía una cinta analógicas con temas de un lado y del otro. Lados A y B, como habían sido los vinilos. El -o la- cassette apareció en los 60 y fue ultrapopular, sobre todo porque por presión del mismo mercado, la empresa que lo inventó, la Phillips, licenció gratuitamente el formato. Hubo distintos tipos de cassette, de acuerdo a la cinta que tenía, y de distinta duración: los más populares eran de 60 y 90 minutos. También los había de 120 pero la cinta, como era más delgada, y por lo tanto más frágil, se rompía -o se cortaba- con mayor facilidad. La circulación de cassettes y la proliferación de aparatos hizo que el mercado discográfico viviera un primer gran cimbronazo porque muchos escuchadores de música hacían sus propias grabaciones en esas cintas tan populares. Sobre todo porque los aparatos reproductores de vinilo pasaban a ser “combinados” y luego “minicomponentes” con posibilidades técnicas de que un formato -el disco- se conectara con el otro -la cinta de cassette-, e incluso había equipos con doble cassettera, para grabar de un cassette a otro. El problema que tenía el consumidor es que, al ser ésta una reproducción analógica, había una pérdida de calidad cada vez que el audio original era re-grabado. Subía el soplido de la cinta. Entonces se advertía cuando una grabación era bastante original o si esa grabación era una triste copia-de-copia-de-copia.

Todo eso se terminó cuando apareció el formato digital, a principios de los 80 en el Norte y mavisamente a principios de los 90 aquí en el Sur. Así llegaron los discos compactos, o CD -la sigla es de compact disc-, que no tenían ningún soplido y un formato menor, de solo 12 centímetros, que permitía un almacenamiento de 80 minutos de audio. Esos discos también servían para el traslado de datos, ya que permitían hasta 700 MB. Esa capacidad aumentó considerablemente cuando comenzaron a circular los DVD que permitían 4,7GB de data y en los casos de los de doble capa, hasta 8,5GB en total. Claro que para usar esos discos se necesitaban reproductores, y así la industria fue reinventándose. Pero claro, por la compresión del sonido, nada se escuchó tan bien como en los vinilos, dirán algunos perfeccionistas. Tienen razón.

Y nos fuimos comprando todo. Un minicomponente, un walkman, un walkman portátil para CD -un discman-, uno de mesa, un reproductor de cintas VHS para películas -que se alquilaban en videoclubes-, luego un reproductor de DVD que podía ir adosado a la compu -de escritorio o portátil- o que podía ser de mesa. Nos vendieron todo. Y nada paraba de avanzar.

Un disco, ok, pero ¿es de pasta o de vinilo, o es un compacto?

Hasta que un día la internet fue tan masiva y llegó a todos lados, entonces la música empezó a circular por esa red. Las películas y las series también. Fue muriendo la televisión y murieron, de a poco, los discos.

Hoy se escucha todo por Spotify, y se ve todo por Netflix y las cien mil plataformas del tipo que hay, algunas pagas y otras -pocas- gratis o casi gratis.

Hoy existe un revival por el disco de vinilo, que tiene buen sonido. Increíblemente, también se revaloriza -más que nada, como objeto vintage, es decir antiguo- el formato cassette. Eso es hoy, y mañana… ya se verá.

¿Cómo funciona un vinilo (o disco de acetato)? (¿Y por qué eso funciona?)

Este video, producido por la productora Magic Markers, quién sabe de dónde, es uno de los muchísimos que están disponibles en internet referidos a los discos de vinilo.

[Documental] Así se fabrican los discos de vinilo

Este, uno de muchísimos que hay sobre el funcionamiento de un disco de vinilo, está hablado en español. Así que avanti.