Primera gran sorpresa: una vez viajé por varios países latinoamericanos, en el marco de la primera edición internacional del festival Cosquín Rock que produce el cordobés José Palazzo, como una especie de embajador de la cultura rock argentina. Suena pomposo pero bueno, era algo así. Daba conferencias en escenarios alternativos del festival y algunos reportajes ante periodistas locales. Y me sorprendí cuando advertí que era muchos representantes de prensa de distintos países era una sorpresa saber que en la Argentina había una ciudad llamada Cosquín… y que en esa ciudad había un festival folklórico muy anterior al Cosquín del rock, que, por otro lado se sabía, no se hacía ya en la ciudad de Cosquín sino en otro lado, en un predio al pie de los cerros en Santa María de Punilla.

Esa es la primera. ¿Y la segunda?, preguntará alguien.

-Segunda, Francia.

Ese es un chiste algo viejo ya, pero siempre entendible. Y muy bueno.

Yendo a la seriedad, que de esto se trata en el periodismo: en el comienzo del siglo pasado, la tuberculosis era una epidemia muy grave. Se estima que el Mycobacterium tuberculosis,  agente causal descubierto por Robert Koch, podría haber matado más personas que cualquier otro agente patógeno a lo largo de la historia de la humanidad, y que en el siglo XIX acabó con la vida de una cuarta parte de la población adulta de Europa. Los índices de mortalidad, al menos en la Argentina, descendieron cuando llegó 1930, fundamentalmente por el descubrimiento de la penicilina. Santo remedio.

Hasta ese momento, las terapias en las casas de curación o en los sanatorios eran las principales medidas de abordaje de la tuberculosis con el objetivo de aislar a los pacientes, romper la cadena de transmisión de la enfermedad, y ofrecerles buen clima, reposo y dieta adecuada. Fue en ese trance que Córdoba adquirió una especial notoriedad. Aquí había buen clima, posibilidad cierta de reposo y un ambiente propicio para la cura. Pero no siempre hubo finales felices.

Fue en Cosquín, por ejemplo, donde murió de tuberculosis Justo Suárez, el boxeador que fue el primer gran ídolo del deporte argentino, y que era conocido popularmente como El Torito de Mataderos. Tenía 29 años… En rigor, el cuento Torito de Julio Cortázar -además de gran escritor, amante del box-, es un emocionante monólogo de alguien (Suárez) en su lecho de enfermo, en un lugar no precisado pero que es en el hospital cordobés del Valle de Punilla. Está incluido en el libro Final de juego, dado a conocer en 1956.

Torito - por Julio Cortázar (completo)

Según cuentan hoy algunos viejos vecinos de Cosquín, la ciudad serrana creció exponencialmente cuando mucha gente llegó hasta el lugar para ser una compañía cercana de los familiares enfermos.

Pasaron los años y Cosquín siguió siendo “la ciudad de los tuberculosos” para el inconsciente colectivo, tan desinformado como siempre lo ha estado. Porque no es de ahora.

Incluso hay relatos de quienes dicen que los turistas de otros lugares del país, cuando pasaban por Cosquín, se ponían barbijos para protegerse…

Fue en ese trance cuando unos coscoínos decidieron cambiarle el perfil a la ciudad. Y se pusieron en la tarea de hacer un festival de música.

Así nació el festival de folklore de Cosquín. Cuando ya había explotado el boom y se afianzaba la popularidad de los géneros de raíz autóctona.

Lo cuenta Horacio Guarany.

Horacio Guarany y el Festival de Cosquín (2009)

Este testimonio forma parte de un documental que hice a poco de instalarme en Córdoba, contando con el formidable material documental de la empresa local Cinepress. El envío se emitió por Canal 10, donde poco después haría, junto a un equipo de profesionales locales, el ciclo La previa de Cosquín que sería distinguido con el Martín Fierro del año.

Guarany fue uno de los entrevistados para ese contenido histórico. El encuentro lo concretamos en su casa de Luján.