"¡Envido!", pareció cantar Theresa May arriesgando una vez más con cartas flojas en su mano.

Así puede interpretarse su solicitud de una prórroga de tres meses más para negociar la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, invitó a May a poner en juego lo que le queda de mandato. Condicionó la aprobación europea de la prórroga a que el parlamento inglés apruebe primero el plan, que viene de durísimas derrotas en aquel escenario.

Antes del viernes el Parlamento deberá aprobar el acuerdo que propone la ministra británica o el Consejo Europeo optará por una prórroga de dos años para terminar de negociar la traumática salida.

Nadie gana: si el Brexit no concluye rápido, los capitales buscan otros horizontes más previsibles y las personas de a pié sufren cercenamiento de derechos e incertidumbre.

Los británicos euroescépticos ven coartada la voluntad expresada en un referéndum democrático y los que quieren continuar en la unión continental ven esfumarse la perspectiva de un nuevo referéndum que, vistas las monumentales dificultades para acordar la salida, probablemente se incline por la permanencia.

En la Unión Europea muchos de los países temen que una prórroga genere una situación jurídica insostenible ya que Gran Bretaña deberá participar de las elecciones al Parlamento Europeo si no se materializó su salida antes de su realización (23 al 26 de mayo). Los parlamentarios se elejirían inútilmente porque no asumirán nunca sus funciones.

Evalúan que se podría eximir al Reino Unido de participar en esas elecciones pero solo si hay garantías de que el acuerdo para el Brexit se materialice antes del 2 de julio, fecha en que asumen el nuevo Parlamento Europeo. May no tiene ninguna chance de dar tal garantía; ni ninguna otra.

En suma, la propuesta de Tusk deja a May entre la espada y la pared.

Si el Parlamento no aprueba el acuerdo en los próximos días las opciones son un Brexit sin acuerdo (el viernes 29 se produciría automáticamente) o una prórroga de dos años, que la obligaría a renunciar para cumplir con su palabra.

“Me opongo a una prórroga larga. No la quiero. Nos obligaría a participar en las elecciones al Parlamento Europeo pero, sobre todo, una prórroga larga implica interminables debates en la Cámara, mirándonos el ombligo en torno a Europa y sin responder a las cuestiones urgentes que preocupan a nuestros electores: colegios, hospitales, seguridad y empleo", adujo.

Su propuesta de acuerdo ya fue rechazada dos veces por el Parlamento. ¿Lo conseguirá esta vez?