El 16 de setiembre se cumplen 65 años del golpe militar que derrocó al presidente Juan Domingo Perón e inaurguró la etapa de menor calidad institucional de la historia moderna del país. Durante 18 años se proscribió al peronismo con los gobiernos de facto de Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio Aramburu, José María Guido, Juan Carlos Onganía, Roberto Levingston y Alejandro Lanusse, además de las democracias restringidas de Arturo Frondizi y Arturo Umberto Illia.

No pretendemos aquí analizar las múltiples y variadas razones que propiciaron el alzamiento de un sector de las Fuerzas Armadas, motorizado por parte del Éjercito, la Fuerza Áerea y la totalidad de la Marina. Sí establecer un capítulo no siempre recordado, y que está vinculado con el Crucero General Belgrano.

El buque tuvo una historia oscilante y una relación dramática con el peronismo. Fue hundido mientras navegaba fuera de la zona de exclusión que Gran Bretaña había fijado, a las 16:01 hora argentina, del 2 de mayo de 1982 por los torpedos del submarino nuclear inglés Conqueror en la Guerra de Malvinas. Tenía 44 años de antigüedad y su final ocurrió a las 17:01, en las aguas del Atlántico Sur. Entró en servicio en 1938 en Filadelfia, Estados Unidos, y las paradojas del destino conspiraron para que el gobierno de Perón lo comprara en abril del año 1951.

Antes , con el nombre de Phoenix, integró la flota norteamericana que participó en la Segunda Guerra Mundial , haciendo base en Pearl Harbor. Allí luchó y salió ileso contra los japoneses , prestando apoyo y escoltando a portaaviones y otras embarcaciones. También estuvo en las Islas Molucas, en Nueva Guinea, en la reconquista de Filipinas y en la Batalla del Golfo de Leyte. Obtuvo como resultado de todo nueve estrellas de batalla por su desempeño en la guerra interimperialista.

Perón se lo adquirió a los Estados Unidos , lo rebautizó 17 de Octubre, y su primer comandante fue el capitán de navío Adolfo Piva. Posteriormente, el 22 de septiembre de 1955 el entonces comandante en jefe de la Marina de Guerra, contralmirante Isaac Francisco Rojas, dictó una resolución designando General Belgrano al crucero. Apenas seis días antes, sus cañones fueron claves para consolidar el triunfo de la libertadora.

Además del comienzo insurreccional en Córdoba, la idea era tomar ciudades y bases fuera de Buenos Aires, previo al intento del ataque a la Capital Federal. Consideraban clave para el éxito final, el asedio por mar. Once buques de guerra y nueve embarcaciones menores fueron determinantes para el combate definitivo. En la Escuela Naval Militar, 100 cadetes embarcaron en los patrulleros King y Muratore, además de los destructores La Rioja y Cervantes.

Primero bombardearon Mar del Plata. El crucero 9 de julio apuntó contra los depósitos de combustible de la ciudad. Posteriormente las naves se dirigieron a su próximo objetivo medular: la ciudad de La Plata. El entonces crucero 17 de octubre amenazó con disparar a la zona de Ensenada, con el propósito de alcanzar las destilerías petroleras de La Plata y el puerto de Buenos Aires. Cuatro días más tarde, luego de combates encarnizados, Perón rechazó llevar los enfrentamientos hasta sus últimas consecuencias y decidió entregar el gobierno. Se refugió en la embajada de Paraguay, dando comienzo a 18 años de exilio de Argentina. La nave insignia fue testigo el 20 de septiembre de la capitulación. Allí se encontraba una persona clave para el éxito insurrecional: Rojas. Pero el destino también se ensañó con un nombre y una fecha testigo: otro 17 de octubre, marcaría a fuego el final de la primera experiencia peronista en el país.