Belgrano y River definían una de las promociones que enfrentaban a un equipo de primera división y uno de la "B" Nacional para saber cuál iba a ser su futuro inmediato. El 22 de junio de 2011 los Celestes habían dado el golpe al vencer a los Millonarios 2 a 0 en Alberdi, con goles del "Picante" Pereyra y Mansanelli, de penal.

La diferencia era importante, pero no lo suficiente tratándose de River, como el derrotado que buscaría su reivindicación inmediata para alejar cualquier posibilidad de descenso.

El ambiente del estadio Monumental era denso y de gran expectativa. Los hinchas riverplatenses estaban nerviosos. El 0-2 lucía prudentemente accesible, aunque el rendimiento del equipo provocaba mucha incertidumbre. Era el 26 de junio, el día justo para alejar fantasmas y, según ellos, para mandar a los cordobeses al lugar del que nunca debían salir.

El partido fue áspero e intenso, siempre envuelto en el dramatismo por un descenso cada vez más posible. Arrebató River, con un gol de Mariano Pavone. Belgrano se fue sacando de a poco los nervios y empezó a emparejar el juego. Hubo muchas imprecisiones y alguna pierna fuerte. Ya en el segundo tiempo, con una tensión insostenible en el estadio, Farré, a los 16 minutos, aprovechó una falla defensiva y anotó el empate.

Ese gol agregó más drama en Núñez. Quedaba media hora para conseguir lo que cada vez se hacía más complicado. River no lo pudo lograr. El resultado estaba clavado en el 1 a 1. El final fue anticipado, triste y violento en una cancha cada vez más poblada de policías y más despejadas de jugadores. La incredulidad reinaba en el estadio Antonio Liberti. Lo que se pensaba que nunca iba a suceder, finalmente sucedió. River descendía a la B NacionaL, Belgrano subía un escalón para jugar en la elite del fútbol argentino. El hecho, aunque algunos lo entendieran, estaba consumado.