La Copa América no arranca. No contagia, ni siquiera con la presencia de Brasil. El organizador cumple a reglamento su papel de candidato. Le cuestan los comienzos, insiste pero no lástima, amaga más de lo que concreta.

Encima cuando parecía que lo salvaba Jesús, apareció la tecnología. El Var no reconoce de religiones y en dos oportunidades el árbitro chileno Julio Bascuñán cobró sendas posiciones adelantadas de Firmino.

Nadie podrá reclamarle a los dirigidos por Tité, falta de vocación ofensiva. El ingreso del jugador del Barcelona, Arthur ayudó en la generación, aunque la velocidad no fue un problema para el local. Neres por izquierda y Richarlison por derecha, abrieron la cancha, Los laterales fueron siempre. A Brasil le faltó pausa y la decisión justa, para encontrar el último pase.

Venezuela asumió con naturalidad su papel de partenaire. Es un equipo serio, el de Dudamel. No regala ningún espacio y compite. Es consciente de sus limitaciones. Se dedicó a aguantar y salió indemne en la etapa inicial.

El paso del tiempo fue jugando gradualmente a favor de la Vinotinto. Defendió bien y fue tejiendo una telaraña dónde se estrellaron todos los intentos del pentacampeón del Mundo, sobre todo Coutinho. Desaparcido en acción el jugador del Barcelona, quedaron sin conexión Firmino y Gabriel Jesús.

Quizás sea tiempo de revisar algunos paradigmas. Entender que no hay derechos adquiridos, que no se gana más con la camiseta y que a la historia hay que revalidarla. Venezuela puede quedarse tranquila, sabe que su evolución goza de buena salud.

Cuando el fútbol no aparece, la tecnología es la figura. Hasta certifica algunos resultados.

Por Mariano Marchini