Parece mentira, pero el hoy capitán de la Selección Argentina, ha jugado más de 130 partidos con el equipo de todos. Sin embargo, sigue estando en el núcleo de cualquier análisis del fútbol argentino.

A lo largo de su trayectoria, mucho se ha hablado respecto de su dualidad permanente: el rosarino no ha podido demostrar con la celeste y blanca, su envergadura como jugador de club. No encuentra su lugar en la selección, y se (le) nota. Hay un rictus facial indisimulable. Lionel sufre su aventura nacional.

Hay un carácter bipolar en cada aproximación al fenómeno la Selección Argentina, todo rendimiento de su funcionamiento, está vinculado a lo que hace o deja de hacer Messi. Es como si perdiéramos dos veces, con el equipo y con la Pulga.

Las derrotas en tres finales consecutivas, agudizaron el diagnóstico. Buena parte del sentimiento futbolero ve a Messi como un extranjero disfrazado de argentino. La presión excesiva de las  instancias fallidas, lo estigmatizaron. No pudo salvar a la patria futbolística. Seguirá llevando su karma, hasta logar el éxito.

Existe otro Messi, que deriva de la comparación con Maradona. Diego ha sido mucho más que el hombre que nos llevó al segundo campeonato del mundo. Es un símbolo inigualable, que trasciende lo deportivo, y que gozó de una organización ejemplar del fútbol argentino. Lionel, por el contrario, padece una cadena de improvisaciones que nos han colocado en el peor de los escenarios.

Después de la Copa América, que se disputó en los Estados Unidos, se dió una situación inverosímil. La renuncia del crack a su lugar en el mundo. Muchos quizás no lo recuerden, pero dijo sentir, que no servía para representar a su país!

El colapso de Rusia lo sumergió en el silencio. Nadie pudo penetrar la corazza del 10. Ni una palabra del papelón compartido. Cada aparición pública conllevaba un acuerdo no escrito, no se le podía preguntar por la selección. El luto duró poco menos de un año. Regresó sin decir mucho.

Messi es dueño de sus silencios, Dentro y afuera de la cancha. Hoy, parece más lúcido en sus declaraciones, siempre contenedor, en el medio del desquicio generalizado. Por contrapartida, en el rectángulo de juego, su hábitat natural luce perdido y sin chispa, como desconectado.

Scaloni lo defendió en la conferencia post partido con Venezuela. Expresó que no se dimensiona al Messi del vestuario, que absorve todas las presiones. Sus compañeros lo adoran y hasta hacen todo lo posible, para que tenga su final felíz en la Selección.

Faltan dos instancias en la Copa América. La semifinal con Brasil, está a la vuelta de la esquina. Se trata de uno de los partidos más atractivos del fútbol mundial. Todos esperamos una actuación convincente del equipo. Y también lo estamos esperando a él. A su mejor versión. Después, estará el veredicto del pueblo futbolero. Allí, las conclusiones son múltiples y variadas. Existen tantos Messis, como los sentmientos que despierta.