Julen, un niño de apenas dos años, cayó el domingo por la tarde en un pozo en Totalán, un poblado cerca de Málaga, al sur de España, y las tareas de rescate se suceden desde ese día.

Los padres se encontraban a dos o tres metros del niño cuando se precipitó por el agujero.

El pozo en el que cayó, de más de cien metros de profundidad y cuya boca mide apenas 25 centímetros, fue realizado con el fin de buscar agua y carecía de los permisos necesarios para ser excavado.

Pese al tiempo transcurrido, los rescatistas ensayan varias alternativas para llegar hasta el menor: hacer otros agujeros, uno paralelo, u otro que vaya directamente en oblicuo hacia el fondo de la excavación.

A los 73 metros de profundidad, el pozo tiene un tapón de tierra que no permite el paso de las cámaras para comprobar el estado del niño. Por ello, la ubicación precisa de Julen en el agujero es un misterio.

En la búsqueda, no obstante, se encontró en el interior del pozo una bolsa de golosinas que Julen llevaba.

Lamentablemente, no es la primera tragedia que la familia sufre, ya que sus padres perdieron hace tres años a otro hijo pequeño por un infarto súbito.

El pocero que realizó la perforación aseguró que hace un mes tapó el pozo con una piedra y le arrojó arena encima, según lo que declaró ante la Guardia Civil. Lo más seguro, sin embargo, es rellenar todo el canal del pozo.

Según el pocero, el relleno fue retirado por alguien más, ya que al acudir al lugar se dio cuenta que había un surco de hasta cinco metros de diámetro y que el terreno estaba rebajado cerca de medio metro, la profundidad donde, afirma, se encontraba la piedra que hacía de tapón. Además, aseguró que este trabajo sólo puede hacerse con una máquina excavadora.

Fuente: El País