El comandante interino Raúl Francos no dudó a la hora de tomar partido. Mientras las Fuerzas Armadas y de Seguridad se dividían entre rebeldes (golpistas) y leales a Perón, Francos, hombre de la Marina, optó decididamente por acompañar la aventura antidemocrática iniciada por Eduardo Lonardi en Córdoba.

La Argentina toda era una cacería a cielo abierto. Y el 18 de septiembre de 1955 lo dejaba en evidencia. En nuestras sierras, las fuerzas leales comandaban una persecución a cielo abierto contra la familia del Mayor Arruabarrena, cuyo nombre bautiza a una arteria del Cerro de las Rosas. Integrante del bando de los golpistas, Arruabarrena había caído en pleno combate y su familia escapó hacia Cosquín. No hubo perdón: el mismo 18, integrantes de la policía de la provincia asesinaron a su esposa, maestra de grado, y a su hijo de apenas siete meses.

Fuente: Revista de Mar del Plata de 1/3/1956 - Colección José Lago.
Fuente: Revista de Mar del Plata de 1/3/1956 - Colección José Lago.

Mientras en Córdoba se consumaba lo que para la posteridad se conocería como La masacre de Cosquín, el comandante Raúl Francos comandaba el crucero 9 de julio, de la Armada Argentina. Mientras navegaba en las costas de Mar del Plata, recibió la orden de bombardear el patrimonio del país: los millonarios depósitos de petróleo de la ciudad costera. Francos puso en marcha el plan, que representó no sólo una gran pérdida de capital, sino mayor terror al ya instalado en el país. Su superior, el almirante Isaac Rojas advertía a la población que se alejara de los depósitos de Dock Sud y La Plata, que serían bombardeados al día siguiente. Al menos tuvo la delicadeza de avisar, cosa que Francos no hizo. Se mantiene en la nebulosa de los tiempos las víctimas generadas por el bombardeo liderado por el padre del actual Jefe de Gabinete de la Nación.

Guillermo Francos tenía para entonces apenas 5 años. Crecería así en un hogar alimentado por la hazaña de su padre, ferviente antiperonista. Con la paradoja de que, con poco más de 40 años, aquel niño ya hombre, se sumaría a las filas del gobierno peronista que gobernaba el país en la década del ‘90. Previo a ser parte del menemismo, Francos había sido un activo dirigente del espacio político de Francisco Manrique, otro ex militar de claro perfil antipopular. En 1989, el hijo del hombre que bombardeó Mal del Plata fue candidato a concejal del radical Eduardo Angeloz, pero a poco de andar, se convirtió en ferviente menemista.

Ese mismo gobierno peronista que acunó a Francos también recibió de brazos abiertos a Isaac Rojas, el golpista del ‘55, en plan de reconciliación nacional. Francos seguiría su camino ondulante como el mar argentino. Después de ser parte activa del cavallismo, se sumó  las huestes del genocida Luis Abelardo Patti para recalar finalmente, en el gobierno de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires. En su paso previo a ser el principal referente político del gobierno de Javier Milei, Guillermo Francos fue funcionario de Alberto Fernández durante los 4 años de su mandato.