Hace unos días que Eugenia González Briozzo volvió de República Dominicana. Derrotada. Al perder frente a una brasilera, el anhelo de participar de los Panamericanos de octubre en Chile, la ilusión de retirarse en 2023 con una nueva medalla olímpica, se diluyeron en instantes.

No nos fue bien, admite con sencillez.

Pero me siento a gusto con mi participación. Es un sentimiento contradictorio. Perdí por un punto. No tiré mal. No puedo reprocharme nada.

Eugenia González Briozzo tiene 46 años. Mientras en el mundo la mayoría de sus colegas se retiran antes de los 40, aquí no hay para el recambio generacional. (un bronce en Medellín), en un deporte que practican apenas un puñado de personas en nuestro país. Poco más de un centenar de varones. Y no más de diez, doce mujeres: ella, la única en la ciudad de Córdoba.

No sé si volveré a intentar para los Panamericanos de 2027. No sé si tengo ganas. Me agobian las condiciones en que se practica aquí. Se nota mucho la diferencia. Ahora nomás, estoy buscando cómo ir a una concentración en Buenos Aires. Un pasaje, 60.000 pesos. Lo debo pagar yo. Y todos los otros gastos. Nosotras trabajamos muchas horas diarias. Vos verás… Esto es nuestra oficina. Y Pedro demanda cada vez más.

La oficina son dos computadoras con auricular y micrófono, una sobre la mesa de comer, la otra sobre la máquina de coser (cosen, con su esposa). Mientras Pedro, de tres años, corretea sin tregua. Viven en un barrio cerrado de Río Ceballos, con calles de tierra en mal estado y sin parquizar porque las empresas que lo construyeron todavía discuten a quién le toca qué. En una casa adonde llegaron aterrorizadas luego de un asalto callejero en el que Eugenia fue arrastrada varios metros. Ella y su compañera, Verónica Mattalia, juntas desde hace más de diez años, casadas en 2018, madres por ovodonación en el vientre de Verónica, trabajan para la tecnológica Apex América. Nueve horas diarias. Con vacaciones y aguinaldo, un sueldo que les permite vivir sin demasiados sobresaltos. Pero porque somos dos, aclara Eugenia. Dos sueldos.

Trabaja ahí desde hace 18 años. Desde hace 25, Eugenia González Briozzo tira con arco. Comenzó en la Asociación Piamontesa porque su novio de entonces lo hacía. Aunque en realidad −aclara− vengo de familia de tiradores. Mis dos tíos Briozzo fueron campeones de tiro práctico. Me llevaban al Tiro Federal de La Calera y yo practicaba con la pistola 9 mm de ellos. Pero no me gustan las armas de fuego.

Su padre le dio el gusto y le compró un arco.

Quizá para aliviar un poco la culpa (bromea) porque mi hermano corría en karting y mi papá, a quien le encanta la mecánica, lo ayudaba un montón.

Desde entonces Eugenia González Briozzo ganó tantas medallas nacionales e internacionales, participó en tantos torneos aquí y afuera (casi siempre en América, pero ha llegado hasta Turquía con su arco y sus flechas), que perdió la cuenta. Sí precisa que en un ranking mundial de varios miles, es la número 78 de su categoría. En su mejor época, la 23.

Eugenia González Briozzo se llevó el bronce en Medellín

Y recibió tantos reconocimientos (dos veces del Círculo de Periodistas Deportivos de Córdoba; el Premio Talento 2019 de la Provincia, entre muchos otros), que tampoco puede enumerarlos de memoria. Todas esas estatuillas, señala hacia un rincón poco visible de la cocina comedor.

Cree, sin embargo, que el tiro con arco sigue siendo una cenicienta en el deporte argentino.

Poca ayuda económica, ya lo dijimos. Una beca del Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) durante cuatro años; un año, la de Córdoba Deportes, y desde hace tres años, de la Secretaría de Deportes de la Nación, unos 40.000 pesos mensuales. Algo de uno que otro premio internacional (500 francos suizos, cuando el bronce de Medellín). Los viajes afuera a cargo del Enard. Y recién ahora, un esponsor. Una empresa que la ayuda con el arco. Todo lo demás, por cuenta propia.

Con más difusión y apoyo tal vez se sumaría gente, se ilusiona. Me hago yo misma la prensa. Estoy muy agradecida a María Eugenia Mastri, de La Voz. Y a Rubén Diliddo, de Radio Universidad, siempre atento a mi actividad. Me difunden porque soy re caradura y pido. Ahora hay un semillero, un grupito de tres o cuatro chicas de entre 15 y 18 años que están jugando. Pero somos muy pocos.

¿Deporte elitista? Y, sí… es muy caro. Pero también es caro el golf… Y si te fijás, mucha gente lo juega.

Un equipo como el de ella cuesta 5.000 dólares. Casi todes sus compañeres viajan con dos equipos. Eugenia González Briozzo viaja con el único que tiene.

¿Entrenamiento muscular, alimentación?

Es un deporte que admite cualquier estado físico. Me cuido, claro. Porque tengo colon irritable y asma. Pero lo importante para tirar, es la cabeza. Necesitás serenidad. Y una vez que tiraste, no sufrir si no salió de lo mejor. Flecha tirada, flecha olvidada. Es indispensable para no perder el equilibrio mental.

Eugenia González Briozzo asegura que no es sano estar pendiente del resultado. He tenido entrenadores obsesionados por el rendimiento, planilla en mano, haciendo estadísticas todo el tiempo. La época en que peor me fue, lamenta. Por eso ahora, aunque no es bueno, entreno sola. Me ayudó mucho una psicóloga deportiva, Marcela Jiménez: a poder limitar mi trabajo laboral, y a relativizar la presión de los resultados deportivos.

Será por eso que no se tira de los pelos al ver que se esfumó su sueño de llegar a los Panamericanos de octubre en Chile. Y que tal vez para los de 2027 no quiera intentarlo. Entonces, objetivos a corto plazo. Los Sudamericanos de octubre en Guayaquil.

Pero su gran anhelo ahora es formar a las más chicas. Nos falta nivel, subraya. Siente que tiene el mérito suficiente para enseñar, pero necesita formarse. Cursos. En la Federación Argentina de Tiro con Arco, y en la Federación Internacional (World Archery) con sede en Suiza. Pensando en hacerlos algún día, está trabajando con Kevin Sábado, arquero de Viedma, 28 años, que sabe mucho de planificación.

Cuando logre reemplazar la competencia por la docencia, no le alcanzará para dejar su trabajo tecnológico. Un entrenador del Enard no debe cobrar más de 100.000, calcula. Pero, en el rol que sea, nunca abandonará el arco. Mientras pueda estar en pie y caminar, promete.