Lo primero que hicieron sus actuales moradores cuando pudieron ingresar a ese campo donde había funcionado un centro clandestino de detención durante la dictadura del 76, fue desmontar 17 hectáreas invadidas por la acacia negra. Con una motosierra, pico y pala. Un trabajo brutal.

Allí funcionó el antiguo Grupo de Artillería 141 del Ejército, 880 hectáreas sobre la ruta E-56 que une Alta Gracia −desde Anisacate− con Río Cuarto. Cerca de Los Molinos, José de la Quintana, San Isidro. Hasta 2018 el lugar no figuraba en el registro nacional de centros de exterminio.

Se llega manejando con serenidad por una ruta despoblada; en numerosos tramos incandescente de amarillo, rojo, marrón. Un otoño abrazador (con z) que lejos de apaciguar exacerba mi congoja: es el mismo trayecto que en otro tiempo, secuestrados en autos siniestros, encapuchados y aterrorizados recorrieron jóvenes militantes camino al calvario.

Cuatro décadas después, tapado por malezas y semiderruido, en ese viejo destacamento solo quedaba una guardia y era casi desconocido por los habitantes de la zona. O había sido olvidado por muchos quienes recién ahora se animan a recordar que durante esos años allí sucedía algo innombrable.

Unas 50 familias de Trabajadores Unidos por la Tierra (Traut), movimiento social de trabajadores rurales (la mayoría, mujeres), nacido durante 2017 en Los Molinos −la pequeña comuna que se extiende poco más allá−, lograron autorización del gobierno nacional para producir: cultivos, cría de animales, forrajes. Dulces y conservas. Llegaron hasta ahí luego de intentar sin éxito que el Arzobispado les permitiera acceder a una antigua huerta del Seminario Mayor que se levanta en los alrededores, me cuenta Mercedes Ferrero, una de las fundadoras de Trabajadores Unidos.

Hablamos con Ñáñez. Con su secretario (Ricardo) Seirutti, que estuvo muy entusiasmado. Pero ya habían cedido tierras a la Comuna para viviendas sociales que no se hicieron, detalla.

En eso, supieron del viejo predio militar que los más jóvenes desconocían.

Paradojas de la vida −Mercedes Ferrero hace una mueca indefinida− recién con el macrismo conseguimos un permiso para ocupar las instalaciones y 60 hectáreas. Estamos esperando la renovación y ampliación del permiso de uso. Temo que se termine el gobierno de Alberto Fernández y eso no llegue. Este es un proyecto conjunto de tres organizaciones: Efeta, nosotros, y Hogar de Cristo, que trabaja con chicos recuperándose de adicciones.

La unidad productiva conque aspiran mitigar los problemas de desempleo de las familias de Los Molinos y otras comunas de la región, pronto fue también Sitio de Memoria. Recreación y cultura.

Empezamos a recuperar el ex Casino de Oficiales donde había 20 centímetros de bosta de murciélago en los techos, y otros 20 en los pisos.

Así el otrora centro clandestino se transformó en el Refugio Libertad. Con la Biblioteca Margarita Zeniquel (homenaje a una de las sobrevivientes secuestrada con su bebé de 45 días, y una de las primeras que se animó a hablar de lo vivido ahí, recuerda Mercedes Ferrero), escuela secundaria para adultes (que ya tiene unes 70 alumnes. En Los Molinos solo hay primaria), y otras actividades culturales y deportivas. Hasta fiestas de 15: es el salón más grande de los alrededores, calcula Mercedes Ferrero.

Con su pareja Sergio Job, en 2016 ella se instaló en Los Molinos adonde llegó siguiendo una pasión por las pequeñas comunidades cultivada desde la infancia: su familia vivió un tiempo en Misiones, en Puerto Libertad, donde su padre ingeniero trabajó en la construcción de la represa Uruguaí. Una familia de ocho hermanes, hijes de una mamá abogada muy católica. Uno de los hermanos de Mercedes es cura.

 Licenciada en Ciencias Políticas y doctora en Estudios Sociales de América Latina, Mercedes Ferrero da clases en la Universidad Católica. En Los Molinos continuó un trabajo comunitario iniciado en Córdoba con mujeres que necesitaban útiles para mandar a sus chiques a la escuela.

El Refugio Libertad crece a pulmón, asegura Mercedes Ferrero, apoltronadas en reposeras frente a su nuevo hogar, adonde se mudó cuando la casa que alquilaban en Los Molinos fue puesta en venta. Unos subsidios nacionales, algo de financiamiento externo, dos sueldos de la Nación (mal llamados planes, se queja) para las bibliotecarias: lo demás, autogestión. Y solidaridad. Por ejemplo, tutoras y tutores del secundario son voluntaries.

Juan ya camina; juega con las dos, tres gallinas que nos merodean. Y toma la teta mientras su mamá atiende la entrevista. Después se lo lleva el papá. Usa pañales de tela, blanquísimamente alineados al sol. Y por decisión de madre y padre, a Juan no se le sacan fotos.

Mercedes, su pareja y el pequeño viven en una de las viejas casas semiderruidas, ex viviendas de los militares destinados al Grupo 141. También lograron permiso para instalarse en algunas de ellas. Viven tres familias, que muy de a poco van rehaciendo techos, instalaciones, aberturas… Trabajadores Unidos de la Tierra está recuperando una cuarta para instalar el primer centro de acceso a la Justicia en zona rural. Sergio Fernando Job, su pareja abogado, trabaja en el Centro de Acceso a la Justicia del Ministerio de Justicia de la Nación.

Mercedes Ferrero tiene 34 años. Para las elecciones del 25 de junio es candidata a presidenta comunal de Los Molinos. Lo decidieron con algunes compañeres de Trabajadores Unidos de la Tierra y otras organizaciones. En asamblea, subraya para distinguirse de candidaturas a dedo. Es una de las militantes que en estas elecciones, desde movimientos sociales y ambientalistas −como cuenta en La Tinta Adrián Camerano (pionero en la investigación sobre el hoy Refugio Libertad)−, se animan a disputar el sillón municipal en varios pueblos chicos de la provincia.

No habíamos pensado en política hasta que el balneario comunal fue privatizado.

 Indignada, denuncia que se lo apropió un concesionario llegado de Córdoba (hasta entonces, sostiene, los concesionarios habían sido siempre de la zona) que al tiempo exhibió títulos comprados a un ignoto propietario. Hacía 40 años que la Comuna tenía la posesión de ese balneario, en la zona más linda del río, se queja Mercedes candidata.

De balneario municipal, a camping privado. Entonces nació Comuna Esperanza, un partido político que promete la consulta comunitaria para tomar decisiones. Y entre cuyas prioridades está la defensa del territorio, los recursos naturales (un río paradisíaco, donde nace el canal que provee agua al sur de la ciudad de Córdoba), el crecimiento planificado (aumenta el interés inmobiliario hacia ese lugar de la provincia) y mejorar las condiciones laborales de las y los lugareños: mucha gente de Los Molinos trabaja en los campos, y en casas de familia haciendo limpieza y jardinería. No siempre cobran el sueldo de ley; muchos están en negro, advierte Mercedes Ferrero. Y me da nombres. En of.

En Los Molinos viven unas 600 personas, la mayoría en construcciones sencillas del centro; una hermosa capilla de fines del siglo XIX. Hasta 2015 la disputa en las urnas era desconocida: desde su formación en 1974 la Comuna fue gobernada por Juan Carranza quien se sucedía a sí mismo por falta de oposición electoral: recién después de fracturarse una cadera, teniendo más de 80 años, sainete mediante se retiró asediado por acusaciones de uso privado de dineros públicos (y quedó gobernando su sobrina).

Con Comuna Esperanza, Mercedes Ferrero y sus compañeres realizan una campaña casa por casa, incluido San Miguel, casi un cantri y hotel con cancha de golf. Para desmentir las chicanas macartistas que los acusan de ser jipis que les quitarán las casas.