¿Noruega? ¿O Argentina? Ha vivido durante 15 años en el extranjero; entre Montevideo y Myra, un pequeño pueblo nórdico. Ha viajado por más de 23 países como funcionaria de la Unesco. En Noruega dispone del confort y la tranquilidad que muches envidiarían. Pero Susana Vidal cada vez está más segura. Quiere volver a su Córdoba natal.

Allá todo es muy ordenado, previsto. Dramáticamente previsto (se ríe). Pero la distancia social es muy importante para ellos, mucha etiqueta. No por malos. Lo hacen por respeto. Además, renovar mi residencia es muy caro. En cambio acá, a Ian le acaban de dar la residencia argentina.

Ian es Jan Solbakk, su esposo, un noruego que adora (sic) la cultura latinoamericana. La espontaneidad, los debates; las reuniones que siempre parecen una ópera, detalla Susana Vidal y recuerda divertida: Todos hablan al mismo tiempo.

Después de participar durante los 90 en la creación de muchos de los comités de ética de los hospitales públicos y privados de Córdoba, Susana María Vidal estuvo 12 años en Montevideo donde dirigió el Programa Regional de Bioética para América Latina de la Unesco.

Esa experiencia le permite afirmar que junto a Brasil y Colombia, Argentina es el país de la región con más desarrollo en la materia. Un mayor respeto de los derechos de los pacientes. Hoy sería impensable, por ejemplo, que algún médico se negara a explicar un tratamiento, asegura. Pero plantea que aun así, es necesario cambiar el modelo educativo de los profesionales de la salud.

Y me explica porqué, no se trata solo de contenidos:

Tiene más impacto el currículum oculto. Lo que hacen los médicos en su práctica diaria, y los estudiantes aprenden. Las jerarquías, el paternalismo hacia el paciente. Pero también hacia adentro de los equipos de salud. El residente más grande maltrata al que recién ingresa. Hay una relación asimétrica de poder, que, digo de paso, sigue siendo peor con las mujeres.

Susana Vidal se recibió de médica en la Universidad Nacional de Córdoba hace 40 años (tiene 64), y aunque hizo la residencia en medicina interna y ganó un concurso ad hoc en el San Roque, la destinaron a la terapia intensiva. Aprendió mucho, admite en tren de ver la mitad llena, pero también vivió in situ la cultura de las terapias intensivas de la época: machista, vertical y despótica, enumera. El prototipo del modelo médico hegemónico. Y patriarcal. No sé ahora, pero sí en aquella época. Los jefes te puteaban. Conchuda, insultaba uno a las chicas.

Susana Vidal vio la oportunidad de irse de ahí cuando la psicóloga Manuela Cabezas de Oviedo, Lita, dio un curso sobre capacitación en servicio: esencialmente, una medicina más en contacto con la comunidad. Un proyecto de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), empapado de la pedagogía comunitaria del brasilero Paulo Freire.

Simultáneamente la bibliotecaria del Hospital (que la conocía bien), le dio un boletín de la OPS (nadie lo va a leer, le dijo) donde una nota sobre bioética la deslumbró.

Muerte digna, reproducción asistida, investigación biomédica, consentimiento… Temas de los que aquí no se hablaba. Uauuu… Enseguida supe que quería dedicarme a eso.

Susana Vidal logró que la trasladaran al Ministerio de Salud.

Fue muy doloroso irme del hospital. Yo era médica. Pero con un lindo equipo, extraordinario, comenzamos los comités de bioética. Lita, tenemos que hacer esto, y esto, le decía yo a Lita Cabezas, la psicóloga, y ella, bueno, hacelo. También fui al Consejo de Médicos con la idea, y ahí organizamos una Comisión de Bioética. Empecé a formarme. En 1994 ya hicimos el primer curso desde el Ministerio. Después fuimos hospital por hospital. Hacíamos grandes reuniones interdisciplinarias donde participaba hasta el portero. Incluimos a los privados, salvo al Hospital Privado, el único que ya tenía comité de ética.

De esa ebullición que puso en agenda las prácticas médicas y los derechos de los pacientes, Susana Vidal destaca también que a fines de los 90 impulsó los proyectos de consentimiento informado (que el paciente sepa qué le harán) y el de ética de la investigación farmacológica (que se le informe cuando se lo incluirá en ensayos de medicamentos).

Aunque inicialmente en el Ministerio de Salud esto último fue aceptado sin peros, al poco tiempo alguien se molestó, especula Susana Vidal:

Empezó el loby. No le convenía ni a los laboratorios, ni a algunas clínicas privadas que hacían sus investigaciones sin control. Con un llamado telefónico me informaron que la Comisión (Provincial de Ética e Investigación) se disolvía. Y me dejaron de lado.

Frustradas sus expectativas, con una maestría en la Universidad de Chile, (mis padres pagaron la inscripción y me ayudaron a cuidar mi hijo para que pudiera viajar. La maestría te organiza. Me hizo un pluf… en la cabeza agita las manos), en 2006 Susana Vidal empezó su periplo internacional en la Unesco, que entonces había creado la Red Bioética.

Lo más importante de esos años, sintetiza, fue trabajar desde los derechos humanos, lejos del modelo angloamearicano reducido al ámbito biomédico que dominó inicialmente la disciplina en la región.

En cambio, amplía, derechos humanos para pensar los problemas de la vida, considerando los determinantes sociales y ambientales. Por ejemplo: calentamiento global, pobreza, injusta distribución de los recursos, vacunas, industria farmacológica. Una discusión situada, subraya. E interdisciplinar (incluida la filosofía y el género. Hablando de género, me cuenta que durante su gestión también se creó la Red de Mujeres Filósofas de América Latina de la Unesco).

Después de la pandemia Susana Vidal deja Montevideo y se va a vivir a Noruega con su marido, un colega a quien conoció en las oficinas del organismo internacional. Pero al tiempo le surge la duda. ¿Noruega o Argentina? Puede elegir: es investigadora invitada en la Universidad de Oslo (trabajo virtual y viajes espaciados), y preside la Red Bioética Unesco esté donde esté.

Desde hace algunas semanas, Susana Vidal y su esposo viven en un barrio cerrado de Villa Allende. No duda. Solo cambiaría su decisión ante una dictadura como la del 76. Me recibe con té importado (para las visitas, se ríe) y budín de masa madre; una casa luminosa donde rápidamente todo ha sido puesto en su lugar. Solo esperan turno unas cincuenta cajas de libros apiladas prolijamente en la habitación de huéspedes. Y retoza Bolt, un santo (sic) westy cordobés de pelo brillante que la acompañó todos estos años afuera del país.

Susana Vidal está redescubriendo Córdoba. Con la pena de las ausencias. Falta su hijo, el músico Agustín Druetta que vive en Europa. Y sus padres han muerto. Carlos Vidal −el doctor Vidal−, cardiólogo, candidato a gobernador por el Partido Intransigente. Presidente de la Sade. Un prócer para mí, dice en un susurro. Y su madre, hija de un comandante del Ejército Republicano fusilado por el franquismo; sobreviviente de la Guerra Civil Española: Concepción Susana Suárez, cuya muerte no cesa de dolerle.

Habría que dejarlo morir dignamente. Retirarle el soporte vital como recomendaron los comités de ética consultados, sostiene Susana Vidal cuando le pregunto sobre la familia que en estos días lucha por la muerte digna para un paciente internado en el Hospital de Urgencias.

Por eso es tan importante el testamento vital o las directivas anticipadas, agrega. Es cierto que el paciente puede cambiar su testamento. Pero hay que hablarlo antes. Así sería más fácil tomar decisiones.