El 9 de setiembre de 2001, casi como metáfora de un año nefasto, Jorge Barón Biza terminó con su vida arrojándose desde el piso 12 donde residía en Nueva Córdoba y nos dejó desolados y con la sensación de haber perdido una persona invalorable para el arte y la cultura, en algunos aspectos: irreemplazable.

Dueño de una formación exquisita y un pulso refinado y sagaz Jorge se desempeñaba como corrector, periodista versátil, escritor y eximio crítico de arte, docente, con manejo fluído de varios idiomas. 

Gran admirador de Thomas Mann y Marcel Proust, cuya obra había traducido, su preparación erudita no le impedía ingresar a las zonas marginales para conversar con sus habitantes y escribir sobre esa realidad que también lo ocupaba.

Docente y escritor

Jorge Barón Biza, seudónimo de Jorge Barón Sabattini, su verdadero nombre, vivía en nuestra ciudad desde 1993 y se desempeñaba como profesor por la entonces Escuela de Ciencias de la Información. Colaboraba con diversos medios de comunicación.

Críticos, lectores, alumnos y amigos destacaron la enorme cantidad de temas que Barón Biza podía abordar: armas, antigüedades, geografía, historia, idiomas y mucho más.

Como culto crítico de arte dejó la compilación de biografías y antología en "Los colores de un siglo. Grandes obras de la pintura cordobesa" editado en 1998, en Buenos Aires.

En su otra faceta, la que lo vinculaba a lo cotidiano, para lo que tenía un olfato especial, quedó el libro publicado junto a Rosita Halac en 1999 en Ediciones del Boulevard: "Los cordobeses en el fin del milenio". En él los autores reúnen 23 artículos que tratan sobre el lenguaje de los adolescentes, los ritos bautismales y bodas de la ciudad de Córdoba etc, donde Barón Biza daba muestras de su don de investigador y cronista.

Al momento de su muerte quedó el borrador de la novela "La mujer en lo alto", una historia de iniciación que encuentra al narrador con 14 años de edad en una aventura que comienza en Buenos Aires y lo lleva por un largo camino que recala en Córdoba. El autor, resumen quienes tuvieron acceso al escrito, describe la marginación de las mujeres en varios sentidos.

A 20 años de la muerte de Jorge Baron Biza

"Por dentro todo está permitido", reseñas, retratos y ensayos. 

 A contrapelo de la fascinación morbosa generada por estos sucesos, este libro recupera la labor ensayística y periodística a la que Jorge Baron Biza se abocó a lo largo de su vida. Las reseñas sobre la obra de artistas como Jean Michel Basquiat, Dan Flavin, Anselm Kiefer, Frida Kahlo y Carlos Alonso, entre otros; los singulares “retratos sociales” esbozados en revistas de alta sociedad en contraste con la interpretación de las marcas en las paredes de una prisión como testimonio de la vida espiritual de sus habitantes, resutando un perfil luminoso de su obra.

A 20 años de la muerte de Jorge Baron Biza

Una novela única

"El desierto y su semilla" (1998)

Este libro, de caracter autobiográfico, abarca una amplitud de registro singular: narra la tragedia familiar desde la destruída carnalidad de la madre, y por momentos se convierte en una novela de autoaprendizaje con rasgos picarescos. Pasa de la tragedia a la parodia y así, con la maestría de su pluma se convierte en una de las mejores novelas escritas el siglo pasado.

Cuenta la historia de la destrucción y reconstrucción del rostro de la madre llamada en la ficción Eligia (Clotilde Sabattini, en la realidad) quien fue atacada con ácido por su marido Arón en la ficción( Raúl Barón Biza en la vida real) quien ese mismo día se disparó un tiro en la cabeza. A partir de ahí el hijo Mario (Jorge en la vida real) la acompaña en un periplo por Europa en un tratamiento desgarrador para recomponer sus facciones.

Efecto inesperado

Fragmento de un texto a propósito de la obra publicado hace pocos días en el Facebook de Editorial Simurg, editor de la novela, sobre el efecto de esta obra:

"Tras la publicación de «El desierto y su semilla» en Simurg (1998), Jorge obtuvo un inmediato reconocimiento de la crítica que, sin embargo, terminó siendo contraproducente en su círculo de amistades, donde se contaban varios literatos impreparados para asimilar en él a un escritor superior. Recibían la novela de regalo y se perdían por los caminos... (Recuerdo el asombro de Jorge ante el silencio de Rabanal, con quien se reunía desde los años sesenta, y también haberle dicho, a modo de consuelo: «Habrá tenido un ataque de hígado. Qué esperabas»). Incluso en el diario cordobés donde trabajaba, al decir de Mónica Manrique, «sus notas eran requeridas cada vez menos».

Buen resumen realizado por la revista "Deodoro" hace cinco años...Para volver a ver

DEODORO 02. Jorge Barón Biza, El desierto y su semilla.

Una historia dramática

"Tarde o temprano yo también seré sólo un texto, no me queda mucho más por hacer. Escribo estas líneas, y ese frágil impulso de hacerlo es todo lo que para mí puede llamarse "vida",  escribió Jorge en su novela.

 Su padre Raúl Barón Biza —escritor, provocador, terrateniente, millonario— quien tuviera un amor cinematográfico con la malograda aviadora Myriam Stteford, le arroja ácido sulfúrico en la cara a Clotilde Sabattini —dirigente radical, pedagoga, hija del Gobernador de Córdoba Amadeo Sabattini—. A la noche, atormentado por lo que acaba de hacer, regresa al departamento, se apoya un 38 en la cabeza y dispara. Era agosto de 1964.

Jorge, es hijo de ambos, junto a otros hermanos. Su madre, Clotilde Sabattini acaba con su vida a los 59 años en 1978 y su hermana María Cristina se suicida con una dosis de barbitúricos en 1988.

Nadie percibió que el 9 de setiembre de 2001, año trágico si los hay, Jorge terminaría con su vida arrojándose desde el piso 12 donde residía. Tenía 59 años.

En un artículo hacia el final de su vida, escribió en La Voz del Interior:

"Las víctimas conservan ese rincón al que no ha llegado nadie y que, quizás, explicaría todo: que en el misterio del hombre reside el amor y su redención"

Nota de la Redacción:

Apenas publicada la novela, un sábado por la mañana, realicé un reportaje a Jorge Barón Biza, a quien no conocía personalmente, y que aún así me contó con asombrosa humanidad toda su historia, de la que confieso hasta ese momento, tenía sólo los datos que prologaban la publicación. Quedé muy conmovida por su sencillez y afabilidad. Luego, a raíz de ello, me dediqué a leer todo lo posible sobre su vida y obra. 

El día que me enteré de su muerte, sentí una angustia muy profunda que iba más allá del impacto que provoca un suicidio.

Sé que en la audiencia de Radio Universidad, fiel, persistente  y memoriosa, deben quedar oyentes que recuerden ese reportaje, enorme e inolvidable no por mí, sino por el entrevistado, del que lamentablemente no quedó registro grabado.