Agustina es determinada. Una joven entusiasta de 20 años y reticente a quedarse de brazos cruzados aunque palabras como "terapia intensiva" o "Covid" tiendan a paralizar. 

Estudia Ciencias políticas, tiene sus emprendimientos personales y una vida por delante, pero todo se detuvo cuando a su tía Lucila, de 38 años, tuvieron que internarla por complicaciones derivadas por el Covid en el Hospital San Roque.

Lo cotidiano se alteró por una nueva rutina, en la que acercar algo a su tía, días tras día, se convirtió en prioridad. Puntual a las 17, Agustina le acerca al hospital una mochila con las cosas que puedan hacerle de esa estadía, algo más llevadero. A la distancia y sin contacto, los objetos la mantienen conectada. Y es que uno de los aspectos más crueles de este virus, es el aislamiento de quienes lo padecen. 

Pero ni Agustina ni Lucila están dispuestas a la quietud de una terapia intensiva. Y de esa necesidad de acción, surgió Cartas de luz. 

"Hace aproximadamente 10 días ingresaron a terapia intensiva del San Roque a mi tía. A partir de ella y sus relatos me acerqué a la realidad que se vive ahí adentro. La desesperanza, la tristeza, la frialdad. Para quienes no saben qué sucede cuando internan a un familiar así, les cuento que todos los días nos permiten dejar a los pacientes algunas pertenencias. Yo todos los días le preguntaba a mi tía qué necesitaba que le llevara y ella un día me respondió 'Acá adentro lo que más hace falta es cariño'. Desde ese día, le comenzamos a mandar cartas y mensajes de aliento y fue así que entendimos desde su experiencia, que había que extender la acción al resto de los pacientes".

Muerte, aparatos con sonidos irritantes y aparatos que dejan de sonar anunciando el peor desenlace. Aislamiento, miedo y desesperanza... todo eso buscan hacer desaparecer desde la familia de Agustina, al menos por un rato, mediante cartas que oficien de luces. De luces de esperanza.

"Los pacientes están afrontando hoy le peor realidad. Los mensajes de aliento están destinados a ellos, porque aunque pueda parecer una pavada, una de esas cartas puede cambiarles el día. Y para nosotros, como familiares de pacientes internados es realmente un consuelo enorme poder hacerles llegar nuestras palabras. Nuestro lema es algo así como 'A donde no lleguen los abrazos, que lleguen las palabras'", dice Agustina.

En año y medio de pandemia podemos asegurar que tantos días internados hacen realmente mucho daño emocional. Sobre eso también entienden Lucila y Agustina: "Los médicos nos recalcan mucho también que a veces los pacientes van mejorando clínicamente, pero las recaídas tienen que ver con el decaimiento anímico, espiritual. Fue entonces que pensamos en las cartas como herramientas para esa recuperación. Los y las médicas desde su lugar, las enfermeras y enfermeros con además un rol de contención importante y nosotros desde afuera con la cartas", explicó la joven.

Lucila hoy sigue en terapia intensiva, saliendo de una neumonía bilateral producto del Coronavirus, pero luchando con otros frentes propios de la internación. Pero ella desde terapia es el primer nexo en todo esto: " A ella en la mochilita que le mandábamos le llegaban las primeras cartas y desde su lugar las hacía llegar a los enfermeros para que las repartieran a los demás pacientes", explicó Agustina.

De a poco esta sobrina, mujer, adolescente y ciudadana se animó a publicar en sus redes y desde entonces se empezaron a incorporar voluntarios. De hecho, uno de esos voluntarios es hoy un paciente en recuperación que en sus días internados se iluminó por esas luces de esperanza: "Tuvimos la hermosa experiencia de conocer a Miguel Angel, un paciente de 50 años que empezó a respondernos las cartas mientras estaba internado. Hace tres días le dieron el alta y no dudó en sumarse a nuestro equipo y está ayudando desde afuera. El nos contó que la gente espera las cartas y que son un gesto que de verdad llega a los pacientes".

Para ayudar, simplemente piden difundir la iniciativa. Se necesitan de muchos redactores de cartas. La tarea es sencilla. Se redacta el texto y se envía por redes o por whatsapp, Agustina se encarga del resto junto a otros voluntarios.

Pero como en toda buena idea, la expansión es rápida y vertiginosa, así que ya están organizándose en áreas que requieren de voluntarios: el área de comunicación, la de producción (reciben cartas, imprimen y decoran) y la de distribución y entrega. 

Un gesto que transforma y se convierte en herramienta poderosa para ayudar a paliar esta crisis que además de sanitaria, económica y social, es espiritual.

¡A difundir para convertir esas luces en verdaderos reflectores!

Para colaborar o conocer más sobre el proyecto, pueden ingresar aquí.