En aquella noche cerrada, porque todas lo están, esperando que vos las abras, recuerdo lo primero que me contó y no lo primero que le pregunté. Jugaba Estudiantes de la Plata en Córdoba y él sorbía su cafecito y pitaba el faso cuyas volutas lo envolvían en la leyenda que ya era.

Osvaldo Ardizzone, “el hombre común” como se llamaba su columna en El Gráfico”, gomía desde el barrio de la Boca hasta la calle Corrientes de Troilo , Discepolín, Pedernera y el Charro Moreno, me contó que ultimo el jefe que disfrutó (¿raro no?) resultó ser el cordobés Dante Panzeri, cordobés de Las Varillas.

De vuelta a la redacción después de un Boca/River, uno de los Vigil dueño de la editorial Atlántida complice necesario y activo de la última (hasta ahora) dictadura militar, le preguntó a Dante cuantas páginas tenía destinadas para el clásico y le pidió que le dejara un recuadrito para que allí escribiera el (capitán) ingeniero (otro) Alvaro Alsogaray, que había estado en la cancha.

Panzeri volvío a verlo al dire/dueño con una renuncia indeclinable al más alto puesto del periodismo deportivo: secre de redacción de El Gráfico. Cuando Vigil le propuso conversar, consensuar se dice ahora, Dante le dijo que leyera bien: que era indeclinable su actitud... y volvió a la redacción y les dijo a los pendejos entre los que estaba Ardizzone: “Yo renuncié porque soy Panzeri. Ahora escriban bien ustedes, carajo, porque lo primero que voy a hacer mañana es comprar El Gráfico a ver qué dicen”. Pero si recuerdo lo segundo que le pregunté, a Ardizzone.

¿¡¿Es verdad que cuando a Jose Manuel (muchísimo más Moreno que Gallego)??? le preguntaron si era cierto que él se morfaba un plato así de tallarines y se tomaba un troli así de totin antes de cada partido importante, contestó que sí y que le repreguntó al periodista cómo no lo hacen los de ahora. “¿Sabés porqué?” –contestó- porque el que me marcaba a mí se comía dos platos y se tomaba dos litros.

Le dije entonces que me imaginaba que muchos jugadores incipientes acudían al él para que les contara sus historias, ergo , su sabiduría. Sorbo de feca, voluta de leyenda, sólo para negar con un gesto, un no silencioso. Silencio que rompió un sonido extraño en un hotel un ruidoso caminar sobre botines de fóbal se acercó a la charla y nos pidió disculpas por interrumpir una charla que ya se había vuelto íntima.

Vestido con camiseta rayada vertical roja y blanco y pantaloncito negro, le pregunto a Ardizzone: “Don Osvaldo, verdad que el Charro Moreno se comía un platazo de ….” Aridizzone su sonrojó detrás de su genuina humildad.

Cuando el jugador se fue, ya vestido como tal, se fue, le vimos el número en la camiseta. El 8 Como como el de José Manuel Moreno, como el numerito que lleva en la espalda el interrumpidor. El actual DT de Boca: Miguel Angel Russo, portaba el numerito.

Aquella noche cerrada se abrió cuando le le pregunté a Don Osvaldo Ardizonne: ¿Es verdad? Con la última voluta en sus pulmones, me dijo “si”. Con la última en mirada, y en la mitad del humo que nos rodeaba, se esperanzó. “Creo que si…”.