Creo que si
Si el Club Nacional de Fútbol fue creado como resistencia criolla al futbol gringo, y su estadio erigido en el mismo sitio donde Artigas fue designado jefe de los orientales, nadie mejor que Abdón “el Indio” Porte para vestir la casaca número cinco de la tricolor y capitenear al equipo entre 1911 y 1918.
Elevado a leyenda por la popular, tampoco nos puede extrañar que los más fidedignos datos sobre su vida hayan sido provistos por un maestro de la ficción como el gran Horacio Quiroga, según consignó otro grande: Eduardo Galeano.
“Cuando un muchacho llega, por a o b, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremisiblemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven corazón. A veces pierde algo más, que después se encuentra en la lista de defunciones.
(…) El entierro no tuvo, como acompañamiento de consternación, sino dos precedentes en Montevideo. Porque lo que llevaban a pulso por espacio de una legua era el cadáver de una criatura fulminada por la gloria, para resistir la cual es menester haber sufrido mucho tras su conquista. Nada, menos que la gloria, es gratuito. Y si la obtiene así, se paga fatalmente con el ridículo, o con un revólver sobre el corazón.”
La breve historia del final de Porte fue así cronicada bajo un nombre ficticio, adquirió el propio cuando Abdon abandonó un festejo con sus compañeros, de los que había dejado de ser capitán y se dirigió al centro del campo de Juego de Nacional para descerrajarse un balazo en pleno corazón.
El mismo que al extinguirse, lo inmortalizó.
Y rubricó Galeano: “Estaban todas las luces apagadas. Nadie escuchó el disparo. Lo encontraron al amanecer. En una mano tenía el revólver y en la otra una carta. “
Por una vez invertiré el orden de las respuestas cuando me preguntan si creo que todo esto fue cierto.
Cuando leí lo de Quiroga, dije “Creo que si”.
Cuando leí lo de Galeano, dije: “Si”