José Saramago no se andaba con  chiquitas  para plantear(se) incógnitas ni para preguntar(se) honduras.

“¿Porqué el indio se convirtió de dueño de la tierra en siervo de la tierra? ¿Cómo la tierra pasó de unas manos a otras?. Sabemos que los norteamericanos para resolver eso encerraron a los pieles rojas a reservas. Que es otra forma de acabar con el problema, que antes se me escapó. Aunque de alguna manera los indios de aquí, sus pueblos, donde ellos están, son reservas, reservas sin la grandeza que tuvieron otras reservas, para tener mano de obra barata, reservas para ser ignoradas. Para nosotros todavía viven en lo que llamamos Edad Media, aunque ellos tendrán otra visión, porque la apreciación del tiempo en esas cabezas, en esas inteligencias y en esas sensibilidades, seguramente es distinta de la nuestra. Para nosotros ellos creen que el tiempo está inmóvil, está detenido. Quizá están contando sus víctimas o preguntándose cómo ha sido esto posible, que sunami los despojó de todo, tantas veces y para tantos, no solo de su identidad sino, incluso, del su propia autoestima.”

“La pregunta que os dirijo, es ésta: cuántos millones de indios existen desde México hasta el sur del Sur. Cuántos mapuches, por ejemplo, sean de Argentina, sean de Chile... A los de Chile, parece que les queda menos del diez por ciento de su territorio histórico. El resto les ha sido robado por grandes multinacionales. Por ejemplo, tanto en Argentina como en Chile, Benetton es propietaria de territorios que son como países. Los indios han sido saqueados y, ahora, a los que protestan, se les aplica una ley antiterrorista aprobada en Chile.”

“Hay personas que no pueden decir: «Esto es mío», y hay firmas, empresas, terratenientes que sí pueden afirmar, sin que les pase nada “Esto ahora es mío”. Y si alguien pretende restituir la propiedad de la tierra, diciendo, «No, no era tuyo y ya tampoco lo será», si dicen: «Me lo robaste, quiero que me lo devuelvan», ésos serán acusados de alterar el orden y recaerá sobre ellos el peso de la ley. No sobre los que se instalan en beneficio propio, con las leyes que ellos han declarado santas, o sea, las leyes del mercado.”

Mucho, muchísimo antes que Saramago, cuando había  mercados pero no leyes de, allá por 1885 en la antología de “Historias para el pueblo” , León Tolstoi escribió: “¿Cuánto tierra necesita un hombre?”

La versión libre (libérrima)  de Alberto Laiseca termina por poner explícitamente el acento en los idiotas ambiciosos, por lo que si yo te preguntara ahora si crees que eso puede haber sido así, vos me contestarías.

“Creo que si…”

Ahora que si yo te contara el cierre más apretado de Tolstoi:

“Su criado empuñó la azada y cavó una tumba para Pahom, y allí lo sepultó. Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.”

Y vos dirías, simplemente: “Sí”