Ambrose Bierce es apenas conocido por aquella peli “Gringo viejo”, en la que a pesar de saber que “ser un gringo, en México, es una eutanasia”, fue a pelear por la revolución a sus 71 años. Allí lo interpreta Gregory Peck como periodista, cuentista famoso y aventurero retirado hasta su desaparición… no se sabe si muere, porque el autor del broli, Carlos Fuentes, no lo precisa.

Aquí nos interesa su faceta de escritor en su inefable “Diccionario del Diablo”, específicamente en su definición de infancia: “época de la vida en que la maldad conserva su pureza”.

Definición que nos lleva a la segunda parte del título: Mafalda con nombre propio.

Y ella a quien le dio vida: Quino (a) Joaquín Lavado.

“Que clase, mi clase sin clase…” escribió Nicolás Casullo, lapidándola.

Mafalda se le había adelantado y en la quizás más convulsionada etapa de la vida social y política argentina, los sesentas/ setentas, representó la rebeldía ante el mundo legado por sus mayores en el marco de una familia burguesa de clase media.

Otra que pesada herencia!

Vietnam, 16 años de guerra para 5.7 millones de víctimas.

Woodstock, tres días de paz y música para 500.000 personas.

Entre ambos nació Mafalda .

Apenas un añito le tomó a la pibita ser mucho más que la despreciativa heladera confinada a electrodoméstico y bautizada así por la peli de Leonardo Fabio “Dar la cara” por un bebé que le cayó simpático a papá Quino.

El ser contestaria fue lo que la consagró. Pero esto no equivalió a claridad política.

Me hago Eco de Umberto, (escritor y filósofo italiano autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, así como de varias novelas entre ellas la famosa “ El nombre de la rosa”) quien así lo escribió certificando la condición ya planetaria de Mafalda en el prefacio de la primera edición italiana de Mafalda, la contestataria, publicada en 1969.

“En verdad, Mafalda tiene ideas confusas en materia política. No consigue entender lo que sucede en Vietnam, no sabe por qué existen pobres, desconfía del Estado pero tiene recelo de los chinos. Tiene en cambio una única certeza: no está satisfecha.” 

Y como a menudo los hijos se nos parecen, su padre “Quino” (a) Joaquín Salvador Lavado Tejón, tampoco parecía un clarividente en materia política.

En un relativamente reciente reportaje que le hicieran en ese muy buen programa de la televisión pública que es “Los siete locos”, confesó su admiración por Alfonsín, Illia y… Fidel de todas las épocas, en ese orden. Y dejó entrever un antiperonismo tan lavado como su apellido real.

Como ha sucedido tantas y demasiadas veces, su paso a la pantalla grande y a la chica,  resultó desafortunado y criticado por el propio autor.

En 1972 se produjeron 52 cortos de entre 90 y 260 segundos, y esta serie se transformó en una película estrenada en 1982.

Mucho mejor le fue en la canción de otro Joaquín, Sabina : “Veinte años de mitos mal curados Dibujando dieguitos y mafaldas. Veinte vidas hubiera yo tardado en contar los lunares de su espalda“.

Su vida en papel continuó en “El mundo” y “Siete día ilustrados” donde dejó de aparecer el 25 de junio de 1973 por decisión del propio Quino. 

Antes de que se torne inaudible, otra vez Eco, Umberto y final.

“Mafalda refleja las tendencia de una juventud inquieta que asume aquí la forma paradojal de disidencia infantil, de esquemas psicológicos de reacción a los medios de comunicación de masas, de urticaria moral provocada por la lógica de la Guerra Fría, de asma intelectual causada por el Hongo atómico.”

Y un Eco que da consejos, es más que un mero eco…

“Ya que nuestros hijos van a convertirse -por mérito nuestro- en otras tantas Mafaldas, será prudente que la tratemos con el respeto que merece un personaje real.”

De tal padre, tal hija, se podría decir.

Pero la chiquita bien puede haber crecido ya con sus 56 años, y por estos días bien podría decir que hay Canelones de izquierda y ñoquis de derecha, y entonar el canto a Montevideo: “casuales casualidades me llevaron a nacer en un lugar escondido tan chiquito y tan perdido que en el mapa no se ve”.

Y por casa seguramente calificaría al ecocidio de leso ambientalismo y si hubiera venido Alberto habría dicho que era para “iluminar la fibra óptica”…

Porque no sólo por el humo de los incendios es que en Córdoba hay menos luz que en aquella del final del túnel de Michetti.