Un día como hoy, 10 de agosto, pero de 1933 la historia de la música en Córdoba escribía una página única. Aunque para ser precisos, hay 20 páginas de la historia cultural que llevan a un nombre como protagonista indiscutido: Carlos Gardel.

Y es que el Zorzal, como se lo conocía por los matices de su voz, tuvo muchas presentaciones en esta ciudad mediterráneo y honró a varios escenarios con su presencia.

Un 11 de agosto de 1933 el escenario que lo cobijó fue el del Teatro General Paz, que se ubicaba en la 9 de julio. Para la ocasión, Gardel y sus músicos se hospedaban en el clásico Hotel Bristol de calle Rivera Indarte.

Un repaso de aquellas veces en las que el cantor dejó su huella.

La historia en la ciudad comenzó en 1914, cuando se presentó en el teatro Novedades (hoy Studio Theater); en esa ocasión se alojó en el por entonces Gran Hotel Victoria. Ese hotel, El Victoria, fue el primer establecimiento en tener agua corriente, baños privados y ascensor en Córdoba. Contaba con 120 habitaciones distribuidas en cuatro plantas a las que se podía acceder por un "elevador" que funcionaba por medio de una manivela y contaba banquetas fijas para los clientes.

Posteriormente, él y sus músicos salieron de bares de la zona donde hoy está el Mercado Norte. 

Carlos Gardel y José Razzano cantaron esa noche en la que vinieron con la compañía de Luis Vittone y Segundo Pomar. Tres meses antes habían estrenado la obra "El Cabaret", de Carlos Pacheco, en el Teatro Argentino de Buenos Aires y las críticas eran muy buenas. Actuaron en el Teatro Novedades, al 300 de la calle Rosario de Santa Fe.

Otra de las presentaciones que quedaron marcadas en Córdoba, fue la del 24 de mayo de 1919 en Penitenciaría. También con Razzano, Gardel fue invitado en la previa de la celebración por la fecha patria. El concierto fue gratuito.

Su relación con la provincia más central del país se profundiza con Río Ceballos. Esta localidad de Sierras Chicas, fue la que guardó parte de sus tesoros después de su muerte. Sus pertenencias quedaron ocultas casi por seis décadas. Fueron pasando de mano en mano hasta terminar en la habitación de una quinta. Se trató de un legado de casi 5 mil objetos.

La casa perteneció a su amigo Armando Defino -que era además el albacea de su testamento. Fue Defino quien se encargó de la repatriación del cuerpo tras el trágico accidente y quien cuidó de su madre hasta la muerte.

Esa vivienda pertenecía a la familia Cortada de Fortuny, muy amiga de los Defino, que la usaban como casa de vacaciones. Ese tesoro estuvo en una de las habitaciones durante más de medio siglo y la herencia fue pasando de mano en mano, siempre dentro de la misma familia.