La desaparición de un desaparecido no es un juego de palabras macabro que ni a Videla se le hubiera ocurrido.

Y no es un juego de palabras, porque no es un juego.

El reciente asesinato del “Trinche” Carlovich , al que si lo llamaban ‎Tomás Felipe ni vuelta que se daba, para robarle un bici ha hecho reaparecer el desaparecido lirismo en el fútbol, y resucitado la categoría de leyenda en tiempos de realismo que de neo sólo tiene lo liberal, fase del capitalismo que algunos consideran terminal y otros creen, a la inversa, que esta fase lo que va a hacer es terminar con nosotros. 

Todo eso hizo el Trinche que a gatas llegó a jugar dos partidos en la categoría mayor del fútbol argentino y que desoyó el llamado de Menotti para integrar la selección argentina. El propio César fue quien mejor lo definió. “No es que el no quería ser futbolista; lo que no quería es ser profesional” y remataba “era casi imposible de marcar porque no era que él buscaba la pelota sino que la pelota lo buscaba a él…!”.

No redundaré sobre el Trinche sobre el que se ha escrito casi hasta el hartazgo, por estos día. Por eso no diré lo que hizo, sino sobre lo que provocó en mi.

Dicho en tanguero “acuden a mi mente recuerdos de otros tiempos, de los buenos momentos que antaño disfruté”.

El primer psicólogo en un equipo de fútbol analizó a cada jugador de la enorme lista inicial para Suecia. De uno de ellos dijo que tenía botellas en la cabeza aludiendo directamente al alcohol y metafóricamente a patitos desalineados. Era el Garrincha que hizo campeón a Brasil.

Corbatta era la antítesis de su apellido, ni canillera usaba.  Lo disfruté frente a Chile en la cancha de Boca cuando empezó a gambetear desde la derecha haciendo un semicírculo hasta la izquierda y al hacer el camino inverso, ya ¡aburrido! No tuvo más remedio que... meter el gol…

Finalmente (casi) otro 7 que era de 10. Raymond Kopaszewski, conocido como Raymond Kopa  francés hijo de inmigrantes polacos, tres veces campeón de la Copa de Europa con el Real Madrid, junto a Michel Platini, Jean-Pierre Papin y Zinedine Zidane, uno de los cuatro franceses ganadores del Balón de Oro. 

Aunque eso no fue lo mejor de él. Cuenta Di Stefano que cuando el rival los apretaba contra el arco que defendía el argentino ex Racing de Avellaneda Rogelio Domínguez, “se la dábamos al francés y él la escondía en la niebla…”.

Y ahora el casi que hizo que lo anterior no fuera lo final.

Me contó personalmente Eduardo Galeano que volando hacia Colombia, el inefable e inolvidable “Gordo” Soriano le contó uno de sus últimos cuentos.

Había una cancha tan difícil que el mejor resultado posible para el visitante era el empate. La victoria implicaba el acechante peligro de la barra brava y la derrota… la derrota es siempre deshonrosa.

Todo transcurría bien, cero a cero, hasta el minuto 89. Una pelota quedó boyando en el área y Soriano que por derecho de autor, se había puesto a sí mismo de “9” la empujó al gol. La barra local inmediatamente invadió el campo de juego, pero un gigante notable lo salvó de la horda llevándoselo en andas fuera del campo que ya no era de juego sino de batalla.

Kopa, Raymond Kopa

Cuando el avión descendió en Bogotá, de un grupo de personas reunidas en el aeropuerto, se descerrajó un gigantón que alzó al “Gordo” Soriano casi hasta el cielo de donde venía y donde seguramente estará, al grito de “¡¡¡Yo fui el que te salvé, yo fui el que te salvé!!!”. 

Se podría haber titulado, “De cómo la literatura puede hacerse realidad”.

Y se debiera haber elegido ese día como el “Día del hincha”, así como este jueves 14 de Mayo se celebra el “Día del futbolista argentino”  en conmemoración de la victoria de la selección Argentina por 3-1 sobre la de Inglaterra con un golazo de Ernesto Grillo en un partido amistoso disputado en 1953 en el Monumental.

De todas estas utopías, lirismos y otras incredibilidades, tiene la culpa el “Trinche” Carlovich con sólo haber jugado dos partidos en la primera división…