No siempre los artistas populares tienen la oportunidad de recibir el amor masivo que generan. Casi siempre andamos lamentando no haberles retribuido a tiempo la entrega vital de su obra. Sucede que sus historias a veces quedan truncas por una despedida inesperada. Pero hay excepciones.


El homenaje realizado para el cumpleaños setenta de Charly García es una.


Esos conciertos simultáneos en el Teatro Colón y el Centro Cultural Kirchner se sumaron a una ola festiva que inundo redes sociales, medios de comunicación y sitios culturales con  un sentido agradecimiento a su legado musical y su trayectoria única.


Hablar de García es hablar de muchos Charlys que en su intensa actividad fueron iluminando las mutaciones sociales del país. Nadie duda que ocupa un lugar notable en el mar de las referencias culturales argentinas con proyección mundial. Por eso, todos somos parte de su religión.


El que sobrevivió a tantos Viernes 3 am. El que se despertaba en llamas. Las imágenes siempre eternas de un flaco surrealista que musicalizó esta aldea. Los que nacimos con Videla y lo vimos con ojos de videotape demoliendo hoteles. Cada nueva generación desprejuiciada que pegaba carteles con sus estrofas. Fuimos siguiendo las huellas de sus pasos en la arena. Algunos hijos ya somos padres, pero nunca dinosaurios. Nos bancamos los defectos, nos pegaron bien bajo, nos hicimos raros peinados nuevos. sentimos tantas veces estar cerca de la revolución y vimos como desaparecían los amigos del barrio. No nos vendimos a Fiorucci. No dejamos que nos atraparan los carceleros del mundo, al menos dos veces con la misma red. Y sus temas siguen sonando en el parlante, siempre en total interferencia con la grasa de las capitales.
Cada uno tiene su Charly preferido, pero todas sus canciones están registradas en el inconsciente colectivo.


Este sábado 30 de abril, y el próximo 7 de mayo, a las 23 en el segmento Especiales de la 102.3 compartiremos la maratónica sesión que reunió a una selección ampliada de artistas que tributaron de su inspiración para un megaconcierto memorable.


Una orquesta de cámara, una formación jazzera, integrantes de sus bandas históricas, y finalmente la aparición sorpresiva del genio absoluto con un acompañamiento célebre: Fito Páez en teclados, Hilda Lizarazu y Rosario Ortega en coros y una banda con el Zorrito Von Quintiero, Fernando Samalea y Fernando Kabusaki.

Más de tres horas para despegar sonoramente hacia el universo de Say No More.
Un homenaje a la máquina de hacernos felices.