Osvaldo Pugliese nació un 2 de Diciembre de 1905 con el siglo XX, pero lejos de lo problemático y lo febril: así fue de distinto y particular.

Inicial y brevemente violinista, ya al piano integró un trío con bandoneón y violín, en un boliche tan distinguido que se le conocía como “Café de la Chancha” en alusión a lo nada limpio del lugar.

Del barrio al centro, lo dirigió la primer mujer bandoneonista del país y directora de la orquesta típica. De allí a un cuarteto y a la orquesta de Roberto Firpo y luego a la de Pedro Maffia.

Hasta que llegó lo inevitable: la propia orquesta.

Y desde el tango atacó al rock en las personas de Charly y David Lebón calificando al rock como extranjerizante y pronosticando que “en 20 años nadie lo recordaría”. Pronóstico tan equivocado como algunos como los del querido “Brujo” Eschoyez, que luego mejoraría como y con el tiempo cuando reconoció admirar la música y las letras de Fito Paéz.

Pero quizás no haya sido solamente la música su sello más distintivo.

Sí su militancia y la coherencia con que sostuvo sus principios hasta en los momentos más aciagos.

Conformó a su orquesta como una cooperativa, se calificó como un trabajador más (cobraba exactamente igual que sus músicos) , siempre fue miembro del Partido Comunista y dirigente gremial del Sindicato de Músicos, afiliado número 5.

Para las generaciones más jóvenes que no pudieron ni escucharlo ni bailarlo en vivo, sin embargo lo citan a menudo.

Ocurrió que en un recital de su criticado Charly García, se produjeron inconvenientes técnicos en el sonido, que parecían insalvables. Pero hasta que se probó con un disco de Pugliese y todo mejoró.

Desde entonces, mucho más que “suerte”, “merd” o “éxitos”, se suele entonar el ya famoso “Pugliese, Pugliese, Pugliese”.

Porque como dice un psicólogo amigo, asiduo lector de Byung-Chul Han en, “La sociedad de la transparencia”, ¡Suerte, ya que no hay Justicia”.

Y sino, preguntale a Boudou…