En los últimos 20 días nuestro país cambió. Y mientras analizamos los alcances de esta pandemia y nos preparamos para lo que se supone será el pico, hay que seguir adelante. Reinventarse, volverse creativo y empático, está en el top tres de las necesidades básicas emocionales del Covid19.

Y son muchos los artistas de nuestro país que hoy, más que nunca, necesitan de su ingenio.

La prohibición de asistir a espectáculos públicos probablemente sea extendida un tiempo más y mientras tanto, hay muchos artistas que cobran por sus presentaciones. La perspectiva no es buena, teniendo en cuenta que en el teatro arrancaba la temporada de estrenos y que los recitales a mediana y pequeña escala tenían en estos meses previos al frío del invierno, una gran oportunidad de hacer una diferencia.

Por suerte, la tecnología nos permite mantenernos cerca y es un canal para seguir mostrando arte. Pero como arma de doble filo, la gratuidad y globalidad de internet también hace que volvamos a conceptos que tanto tiempo se ha invertido en intentar erradicar: el arte debe ser gratuito.

Todavía existe esa concepción en algunos segmentos, que asocia exclusivamente el arte al pasatiempo, al ocio, a enriquecer el alma. Y por alguna extraña razón cuyos orígenes son difíciles de rastrear, muchas personas aún piensan que por eso debería ser un servicio gratis.

Nada más alejado de la realidad. 

Los artistas, comen gracias al arte, se forman continuamente y fundamentalmente, trabajan. Es un trabajo. La vía por la que ahora pueden mostrarse, es la misma vía por la que los docentes siguen enseñando y cobrando: internet.

El teletrabajo es una posibilidad también para ellos, quizás no la mejor, pero sí es válida. Y ante la emergencia, son muchos los que arrancaron ofreciendo su arte desde el corazón, por un live de facebook o Instagram. Se agradece. Mucho. Pero ahora también son varios los que nos convocan a seguir asistiendo a sus propuestas, pagando. Y no son pocas las expresiones de rechazo que esto genera en una sociedad virtual que sigue demandando que el arte "sea gratis".

Los artistas cordobeses existen de a miles. Aprovechemos esta circunstancia para también mirar con respeto y agradecimiento su labor, colaborando en la medida de nuestras posibilidades, entendiendo que su servicio también nos hace más llevadero el aislamiento. Se puede ver un monólogo por facebook y reírse a carcajadas o emocionarse hasta las lágrimas. Se puede escuchar un concierto por Instagram y bailar desde casa. Y pagar por eso, está bien. 

Hernán Torres Castaños con sus unipersonales es un ejemplo. El Festival solidario Pro ol también se sumó a la iniciativa con fines solidarios. Desde Buenos Aires Pablo Angeli con Luly Stand Up logró un espectáculo lleno de seguidores gracias a los tickets online.

El "a la gorra" ahora es virtual, y si sabemos apreciarlo, también tiene grandes ventajas como público.