El empate en cero con el que Argentina inició este lunes el Mundial de Fútbol Femenino, que se juega en Francia, tiene tintes históricos.

Sabido es que, por primera vez en citas ecuménicas, el equipo nacional no perdió. Había perdido sus seis partidos, disputados en los torneos de 2004 y 2007.

El presente de visibilización, con la televisación de la TV Pública incluida y el inicio de la profesionalización de la actividad en el marco de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), tuvieron su inicio en un reclamo de las propias jugadoras.

Es que, hace poco más de un año atrás, no contaban con entrenador y ni siquiera podían entrenar en conjunto.

El fútbol femenino estaba en olvido, al igual que, consciente o inconscientemente, estaban ocultos un montón de reclamos feministas.

La disputa de la Copa América de Chile, durante abril de 2018, tuvo un epicentro, con la buena actuación nacional y un reclamo puntual.

Al posar para la foto oficial, todas las integrantes se llevaron una mano hacia la oreja, haciendo el gesto popularizado como de “topo Gigio”.

¿El significado? Nada más y nada menos que ser escuchadas.

Que la organización exista, y puedan participar, organizativamente, en las mismas condiciones que los demás países.

En las figuras de Estefanía Banini y Soledad Jaimes, Argentina tiene una gran representación.

Las chicas asumen, también, que su lucha excede al fútbol. Es por las mujeres.